"Simeón no había ido al
templo por casualidad, sino que fue movido por el Espíritu Santo: todos
aquellos que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios ( Rm 8,
14). El Espíritu Santo lo llevó al templo. También tú, si quieres abrazar a
Jesús y tenerlo entre tus manos, si deseas hacerte digno de ser librado de la
prisión, pon todo tu esfuerzo en ser dirigido por el Espíritu y en venir al
templo de Dios. Ahora te encuentras en el templo del Señor Jesús, es decir, en
su Iglesia; éste es el templo construido con piedras vivas (1 Pe 2, 5). Pero tu
estás en el templo del Señor cuando tu vida y tus costumbres son dignos del
nombre que designa a la Iglesia. Si vienes al templo movido por el Espíritu,
encontrarás a Jesús Niño, lo acogerás en tus brazos y dirás: ahora, Señor,
puedes sacar en paz de este mundo a tu siervo, según tu palabra ( Lc 2,
29)»".
Orígenes (siglo III), Tratado
sobre el Evangelio de San Lucas 15, 1-5.
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