1 de octubre/ Memoria de Santa Teresa del Niño Jesús La sola cosa que nadie envidia es el último lugar. Este último lugar es, pues lo único que no es vanidad y aflicción de espíritu... (vº) Sin embargo, «el hombre no es dueño de su camino», y a veces comprobamos con sorpresa que estamos deseando lo que brilla. Entonces, coloquémonos humildemente entre los imperfectos, considerémonos almas pequeñas a las que Dios tiene que sostener a cada instante. Cuando él nos ve profundamente convencidas de nuestra nada, nos tiende la mano; pero si seguimos tratando de hacer algo grande, aunque sea so pretexto de celo, Jesús nos deja solas. «Cuando parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene» (Salmo XCIII). Sí, basta con humillarse, con soportar serenamente las propias imperfecciones. ¡He ahí la verdadera santidad! Cojámonos de la mano, hermanita querida, y corramos al último lugar... Nadie vendrá a disputárnoslo.. Carta a Sor Genoveva. Cta 243. 7 de junio de 1897.
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