La verdadera, la única perfección, no es llevar tal o tal género de vida, es hacer la voluntad de Dios; es llevar el género de vida que Dios quiere, donde quiere, y de llevarlo como él mismo lo habría llevado (...)
Y si un día Dios quiere apartarnos, por un tiempo o para siempre, de este camino,
por muy bello y muy perfecto que sea, no nos turbemos ni nos asombremos. Sus
intenciones son impenetrables: él puede hacer por nosotros, en medio o al fin
de la carrera, lo que hizo por el Geraseno al principio. Obedezcamos, hagamos
su voluntad..., vayamos donde quiera, llevemos el género de vida que su
voluntad nos designe. Acerquémonos siempre
a él con todas nuestras fuerzas y estemos en todos los estados, en todas
las condiciones, como él mismo habría estado allí, como él se habría comportado allí, si la
voluntad de su Padre le hubiera puesto allí, como nos pone allí.
San Carlos de Foucauld. Meditación sobre los evangelios, n°194
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