25 DE ENERO / CONVERSIÓN DE SAN
PABLO
"El bienaventurado Pablo que
nos reúne hoy ha iluminado al mundo entero. Cuando fue llamado se quedó ciego.
Pero esta ceguera hizo de él una antorcha para el mundo. Veía para hacer el
mal. En su sabiduría, Dios le volvió ciego para iluminarle para el bien. No
solamente le manifestó su poder sino que le reveló las entrañas de la fe que
iba a predicar. Había que alejar de él todos los prejuicios, cerrar los ojos y
perder las luces falsas de la razón para percibir la buena doctrina, “hacerse
loco para llegar a ser sabio” como él mismo dirá más tarde (cf 1 Cor 3,18).
(...) No hay que pensar que esta vocación le ha sido impuesta. Pablo era libre
para escoger. (...)
Impetuoso, vehemente, Pablo tenía necesidad de
un freno enérgico para no dejarse llevar por la fuga y despreciar la llamada de
Dios. Dios, pues, de antemano reprimió este ímpetu, cubriéndolo con la ceguera,
apaciguando su cólera. Luego, le habló. Le dio a conocer su sabiduría inefable
para que reconociera a aquel que perseguía y comprendiera que no podría
resistirse a su gracia. No es la privación de la luz lo que le hizo quedar
ciego sino el exceso de ella.
San Juan Crisóstomo. Homilía 4
sobre San Pablo, 1-2