Para la cruz y
la crucifixión,
para la agonía
debajo de los olivos,
nada mejor
que el monte
Tabor.
Para los largos días de pena y dolor,
cuando se arrastra la vida inútilmente,
nada mejor
que el monte
Tabor.
Para el
fracaso, la soledad, la incomprensión
cuando es gris
el horizonte y el camino,
nada mejor
que el monte
Tabor.
Para el triunfo
gozoso de la resurrección;
cuando todo
resplandece de cantos,
nada mejor
que el monte
Tabor. Amén.
Himno del
oficio de lectura.
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