"El estado perfecto del espíritu al que debemos aspirar y el que el Espíritu Santo concede es una deliberada inclinación a servir a Dios en todo, una decidida determinación de dejarlo todo por Él, un amor a Él ni tumultuoso ni entusiasta, sino ese amor que un hijo tiene por sus padres, tranquilo, absoluto, reverente, contemplativo, obediente".
Cardenal John Newman. En: Diccionario de textos escogidos. Sermón 2.
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