19 de marzo/ Fiesta de San José
Cuando la gracia
divina elige a alguien para otorgarle una gracia singular, le concede todos
aquellos carismas necesarios, lo cual aumenta grandemente su belleza
espiritual. Esto se ha verificado de un modo excelente en san José, padre legal
de nuestro Señor Jesucristo y verdadero esposo de la Reina del universo y
Señora de los ángeles. José fue elegido por el Padre eterno como protector y
custodio fiel de sus principales tesoros, esto es, de su Hijo y de su esposa, y
cumplió su oficio con insobornable fidelidad. Por eso le dice el Señor: «Siervo
bueno y fiel, entre en el gozo de tu Señor» (Mt 25, 21).
Si comparamos a José con el resto de la
Iglesia universal de Cristo, ¿no es este el hombre privilegiado y providencial,
por medio del cual la entrada de Cristo en el mundo se desarrolló de una manera
ordenada y sin escándalos? Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la
Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es san José a
quien debe un agradecimiento y una veneración singular.
José viene a ser
el broche del Antiguo Testamento, broche en el que fructifica la promesa hecha
a los Patriarcas y los Profetas. Sólo él poseyó de una manera corporal lo que
para ellos había sido mera promesa. No cabe duda de que Cristo no sólo no se ha
desdicho de la familiaridad y respeto que tuvo con él durante su vida mortal
como si fuera su padre, sino que la habrá completado y perfeccionado en el
cielo. Por eso, también con razón, se dice más adelante: «Entra en el gozo de
tu Señor».
Acuérdate de
nosotros, bienaventurado José, e intercede con tu oración ante aquel que pasaba
por hijo tuyo; intercede también por nosotros ante la Virgen, tu esposa, madre
de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de
los siglos.
Fuente: San Bernardino de Siena. Homilía sobre San José.
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