20 de agosto/ Memoria de San Bernardo de Claraval
¿No ves cómo la humildad nos hace
justos? He dicho la humildad, no la humillación. ¡Cuántos son humillados y no
son humildes! Unos acogen la humillación con rencor, otros con paciencia y
otros con gusto. Los primeros son reos de pecado, los siguientes son irreprochables,
y los últimos, santos. La inocencia pertenece a la justicia, pero sólo el
humilde la posee en plenitud. El que puede decir: Me estuvo bien el
sufrir, así aprendí tus mandamientos, ése es verdaderamente humilde. No
puede decirlo el que lo aguanta contra su voluntad, y mucho menos el que se
queja murmurando. A ninguno de los dos le garantizamos la gracia sólo por el
hecho de su humillación, aunque se diferencien entre sí; porque uno es dueño de
sí mismo por su paciencia y el otro perece en su murmuración. El segundo merece
la ira de Dios; pero ninguno de los dos se gana su favor, porque Dios da la gracia
a los humildes, no a los humillados. Es humilde el que convierte la humillación
en humildad; ése es el que dice a Dios: Me estuvo bien el sufrir.
Fuente: San Bernardo. Sermones sobre el Cantar de los
Cantares. Sermón 34. pto 3. Edición preparada por los monjes cistercienses de
España. 244-245. 1987.
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