Me voy dando cuenta de que la virtud más práctica para tener paz en la vida de comunidad es la humildad.
La humildad delante de Dios, nos ayuda a la confianza, pues humildad es conocimiento de sí
mismo, y ¿quién que se conozca a si mismo, puede esperar algo de si?... Loco sería si no lo esperase todo de Dios.
La humildad llena de paz nuestro trato con los hombres. Con ella no hay discusión, no hay
envidia, no hay ofensa posible... ¿Quién puede ofender a la misma nada?
Le pido encarecidamente a María, me enseñe en lo que Ella fue maestra..., humilde ante Dios y
ante los hombres.
«Hágase"
Fuente; San Rafael Arnaiz. Dios y mi alma. Escrito del 31 de diciembre de 1937.
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