Santo del silencio interior y la divina contemplación del Misterio Divino. Por Fr. Marco Antonio Foschiatti

19 de marzo fiesta de San José

Santo del silencio interior y la divina contemplación del Misterio Divino. Nadie como él, escogido por el Padre para custodio de sus tesoros el Verbo y la  Madre. Único en responsabilidades, en cercanías, con una meta de servicio envidiable, sin embargo santo de lo incomprensible, de lo desconcertante y de lo impredecible…
Se dejó seducir por el amor de Dios y El lo arrebató de sí mismo, lo separó de su casa y de sus proyectos y le abrió un porvenir de asombro y silencio.
Dios lo envolvió en su Misterio y le quitó seguridades y apegos.
Dios había invitado a José a ser virgen, él aceptó, entonces Dios le presenta una paternidad asombrosa que lo desborda por todos los costados.
Un paternidad que lo sume en su pobreza, alimentar, cuidar al Hijo del Altísimo, ser llamado por todos su padre.
El vivía absorto en un silencio interior poblado de consuelos y Dios lo lleva a convivir con la Palabra, a aprender de ella, a custodiarla, a enseñarle la expresión más certera…
Se le pidió que dejara su casa, su pueblo, su familia y partiera de noche, sin otro bien que el miedo, en noche oscura huyendo para salvar a Dios entre los hombres.
José llevó al Niño Dios entre sus brazos mientras huía de noche.
Que besos no le daría, en sus manos y su rostro, para disimular su mueca de dolor y su espanto.
El que fue columna de nube y fuego para el pueblo, fue llevado en brazos por su padre huyendo en una noche a una tierra extraña.
El, Emmanuel - Salvador, fue salvado por un hombre solitario y silencioso que se entregó a Dios y a su Misterio.
Un hombre fiel que se dejó invadir por el Amor y sus aguas torrenciales lo modelaron en fidelidad, obediencia y servicio.
En los evangelios no hablas, pero tu ejemplo grita, tu escucha y docilidad a los planes de Dios estremece, ni una pregunta, ni una demora, a Egipto, a Nazareth, idas y vueltas, la estabilidad, el trabajo, la seguridad perdida y vuelta a conseguir a fuerza de lucha cotidiana.
En la casa tú, que eres el siervo, eres el que manda y Dios te obedece, tú enseñas a la Sabiduría, tú alimentas a la Providencia, tú defiendes al Guardián de Israel, tú vistes al Dueño de todo lo creado, tú haces sonreír a la Alegría de los ángeles.
Cada día Dios te ata con lazos de una fe que acepta lo incomprensible, que se nutre del Misterio, que espera y se consuela amando.
Tu vida entera trascurre al servicio de la Vida. Nadie sabe de todos tus latidos, de tus tiempos, de tus gustos, de tu fuerza vital, tu vida está escondida en la Vida, en Jesús.
Desde tu entrega generosa fuiste posesión divina y te encontró tan fiel, tan buen servidor. El Dios del Cielo te entregó en custodia sus tesoros y tú te volcaste a cumplir sus deseos cada día…
La  Madre te mira con ternura y comparte sonriente tus silencios, Ella a tu lado se sabe protegida, confía plenamente en tu guía… Ella que es el auxilio de todo hombre es auxiliada por un joven silencioso y profundo, de grandes ojos abiertos al amor, a la vida, al servicio.
Santo del silencio interior enséñame a entregarme dócil y fiel, rápida y plenamente a los deseos de Dios. Enséñame a acurrucar al Verbo nacido del silencio del Padre. Santo del sereno abandono, de la confianza en el Amor providente aún en las crudas noches oscuras, enséñame a peregrinar contigo en los caminos del Verbo hecho silencio y llanto en tus brazos.
José, alegría de Jesús y María, haz que el Niño me pueda sonreír.

Fr. Marco Antonio Foschiatti OP

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