Que las nubes derramen sus aguaceros.
pues Cristo niño,
sol llevado por ligera nube,
descansa en brazos puros en el Templo.
Por ello, creyentes, digámosle:
-¡Cantemos al Señor
pues se ha cubierto
de resplandeciente gloria!
¡Fortificaos, manos de Simeón
debilitadas por la ancianidad,
rodillas desfallecientes de un anciano!
¡Y nosotros, mezclados
a las danzas de los incorpóreos,
cantemos al Señor,
pues se ha cubierto
de resplandeciente gloria!
Cielos desplegados por la divina inteligencia,
regociajaos,
y tú, tierra estremécete:
vuestro Artesano,
saliendo del seno de la divinidad,
Cristo, es ofrecido a Dios su Padre
por medio de la Virgen su Madre,
como niño,
el que desde toda la eternidad existe:
¡pues se ha cubierto
de resplandeciente gloria!
Desarrollo:
Toda la gloria de Dios entra el Templo en los brazos de María. Ahora vemos la pequeñez de un niño desamparado (pero protegido por la verdad, que es su Madre, y por justicia, que es su padre nutricio, José) y entre los pañales del infante están las esperanzas de la redención de Israel, la fe de los Patriarcas y Profetas, y el amor que se acumula en el corazón silencioso de María. Pero pronto quedará solo el amor, pues la fe alcanzará el Rostro de Dios y la esperanza se saciará en el cumplimiento de sus promesas. El Mesías esperado está entre nosotros y no nos será arrebatado por los brazos de la muerte, ya vencida. "Del Señor-dice el salmo-son las salidas de la muerte, porque él es un Dios libertador", Dios de vivos y Dios de Vida abundante.
Fuente: Troparios de la primera oda (Liturgia bizantina- Presentación del Señor en templo) y comentario, tomado de: Muñoz Hector; Isaguirre Ricardo F. Orando con María. Buenos Aires. Editorial Claretiana. 1980.81, 83-84.
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