Para que la fe se fortalezca,
tiene que ser sometida a pruebas, tiene que pasar por el crisol de las
experiencias, por muchas pruebas y tormentas. Una fe superficial, basada
únicamente en la educación, en ciertas costumbres y en los sentimientos, suele
quebrantarse ante las dificultades. Dios somete a los creyentes a pruebas, para
despojarlos de todo aquello que apoya su fe, y que no es adhesión auténtica a
Cristo; o que les impide aceptarlo como único apoyo, a abandonarse en El.
La fe auténtica es una fe exenta
de los apoyos naturales, tales como el entendimiento, la imaginación, la
memoria, la afectividad y lo perceptible por los sentidos; es una fe en la que
el único apoyo es Dios y su Palabra. Dios no acepta que tú confíes en la fuerza
de tus experiencias, o en tus sensaciones. Por tanto, hace que tu fe sea
sometida a pruebas, cuya variedad depende de los apoyos que tengas aparte de
Dios. Si la basas en el entendimiento natural, tienen que desaparecer todas las
luces de tu razón y, en cierto momento, aquello en lo que creías te parecerá
como algo absurdo. Cuando basas tu fe en ciertas personas, clérigos o seglares;
o en su comportamiento; tarde o temprano esto se desmoronará. Cuando basas tu
fe en el cariño, en la satisfacción, en la experiencia que te dan la oración o
las prácticas religiosas; entonces, no debes asombrarte de que llegue el
momento de la sequedad y el rechazo hacia esas prácticas. Tienes que pasar por
esa dolorosa purificación para que puedas llegar a la fe pura, auténtica; y con
el tiempo, a la verdadera contemplación.
Fuente: P. Tadeusz Dajczer. Meditaciones sobre la fe. Algunas cuestiones de teología
espiritual. Capitulo 3. Las pruebas de fe. México.Librería Parroquial de Clavería. 1992.
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