El Dios viviente. Por un monje de la Iglesia de oriente

Señor-amor, si te llamo amor, si descubro en ti el amor sin límites, no quiero en absoluto, con ello, deificar un "sentimiento".
El amor sin límites no es un sentimiento de amor, un sentimiento humano y subjetivo.
Mi amor. Tú no eres un atributo metafísico, tú no eres una experiencia psicológica, tú no eres un imperativo moral. Tú no eres una entidad impersonal, la sombra que pasa, la imagen que palidece.
Mi amor sin límites. Tú eres el viviente supremo, el Dios viviente. Voy a ti como al primer amante.
Voy a ti como al amante apasionado (un amante apasionado que no puede sufrir ninguna pasión, pero que lleva en sí, al máximo, el impulso pasional activo). Voy a ti como al amante del que fluye todo amor.
Mi bienamado viene hacia mí. Y porque viene hacia mí, puedo ir hacia él. Oigo el ruido de sus pasos. Escucho su voz. Viene para siempre.
Fuente: Un monje de la Iglesia de oriente. Amor sin límites. Madrid, Narcea, 1987. p 25.

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