Capítulo 1
Hoy, hermanos, celebramos el comienzo del Adviento. Este apelativo, como
el de casi todas las solemnidades, es familiar y conocido en todos los lugares.
Sin embargo, no siempre se capta su sentido, pues los desgraciados hijos de
Adán se despreocupan de los auténticos y saludables compromisos y van a la zaga
de lo caduco y transitorio. ¿A quiénes se parecen los hombres de esta
generación? ¿Con quiénes los compararemos, viendo que son incapaces de
arrancarse de los consuelos terrenos y sensibles? Se parecen a los náufragos
que zozobran en el mar. Fíjate cómo se agarran a lo poco que tienen. No sueltan
por nada del mundo lo primero que llega a sus manos, sea lo que sea, aunque no
sirva para nada. Son como raíces de grama o algo por el estilo. Si alguien se acerca
a ellos para ayudarles, lo atenazan de tal modo que no pueden ni ofrecerles sus
auxilios sin menoscabo de su salvación. Así se anegan en este inmenso mar; y
perecen, miserables, afanándose en lo caduco y relegando los apoyos firmes,
únicos remedios para salir a flote y salvarse.
Se
dice a propósito de la verdad, no de la vanidad: La conoceréis y os librará.
Hermanos, a vosotros, como a los niños, Dios revela lo que ha ocultado a sabios
y entendidos: los auténticos caminos de la salvación. Recapacitad en ellos con
suma atención. Enfrascaos en el sentido de este adviento. Y, sobre todo, fijaos
quién es el que viene, de dónde viene y a dónde viene; para qué, cuándo y por
dónde viene. Tal curiosidad es encomiable y sana. La Iglesia universal no
celebraría con tanta devoción este Adviento si no contuviera algún gran
misterio.
Capítulo 2
Ante
todo, fijaos con el Apóstol, estupefacto y atónito, cuán importante es este que
viene. Según el testimonio de Gabriel, es el Hijo del Altísimo; y Altísimo él
también. No se puede ni pensar que el Hijo de Dios sea una realidad inferior al
Padre. Creemos que es idéntico a él en sublimidad y grandeza. ¿Quién ignora que
los hijos de príncipes sean príncipes, y reyes los hijos de reyes? ¿A qué se
debe que, de las tres personas que creemos, confesamos y adoramos en la
soberana Trinidad, venga el Hijo y no el Padre ni el Espíritu Santo? Supongo
que tiene que haber algún motivo. Pero ¿quién conoció el designio del Señor?
¿Quién fue su consejero? La venida del Hijo no tuvo lugar sin un previo consejo
sublime de la Trinidad. Mas, si consideramos el motivo de nuestro destierro,
quizá podamos intuir la conveniencia de que el Hijo nos otorgara la liberación.
Aquel lucero, hijo de la aurora, en un intento
de usurpar la categoría del Altísimo, incurrió en latrocinio por el hecho de
equipararse a Dios, propiedad exclusiva del Hijo. Y al instante cayó
precipitado, porque el Padre se celó del Hijo. Parece como si hubiese ejecutado
esta sentencia: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. En un momento vemos
caer a Satanás de lo alto como un rayo. ¿Por qué te enalteces, polvo y ceniza?
Si Dios no aguantó a los ángeles soberbios, ¿cuánto menos a ti, pobre y gusano?
Aquel lucero nada hizo, nada realizó. Sólo admitió un pensamiento de soberbia.
Y en un instante, en un volver de ojos, se hundió sin remedio. Porque, según el
Profeta, no se mantuvo en la verdad.
Capítulo 3
Os ruego, hermanos míos, que ahuyentéis la soberbia; ahuyentadla de
continuo. La soberbia es la raíz de cualquier pecado. Ella ofuscó al instante,
con la eterna tiniebla, al lucero más brillante que todos los astros juntos; y
transformó en diablo a quien era ángel, y primero de entre los ángeles. De aquí
que, ardiendo de envidia por el hombre, inyectó en él la iniquidad que había
concebido en sí mismo. Le persuadió a que, cavando del árbol prohibido, se
hiciese como Dios, versado en el bien y en el mal.
¿Qué ofreces, qué prometes, desgraciado, si el Hijo del Altísimo tiene
la llave del saber? Aún más, ¿si él es la llave, llave de David, que cierra y
nadie es capaz de abrir? En él se esconden todos los tesoros de la sabiduría y
del conocimiento; y tú, ¿vas a robarlos perversamente para regalarlos al
hombre? Daos cuenta según el dicho del
Señor, que éste es el mentiroso y padre de la mentira. Ya fue un mentiroso
cuando recapacitó: Me igualaré al Altísimo. Se destacó como padre de la mentira
cuando arrojó en el hombre la semilla de su falsedad, diciendo: Seréis romo
dioses. Eso mismo eres tú si ves al ladrón y corres con él. Recordad, hermanos,
lo que nos ha dicho esta noche Isaías, dirigiéndose al Señor: Tus príncipes son
infieles, o desobedientes, según otra versión, y socios de ladrones.
Capítulo 4
¿Acaso Dios se cuida de los bueyes? Había
creado tan sólo dos criaturas nobles, dotadas de razón y capaces de felicidad:
el ángel y el hombre. Pero por mi causa perdió muchos ángeles y todos los
hombres. Por tanto, para que vea que yo amo a mi Padre, haré que él reciba, a
través de mí, a los que, en cierto modo, ha perdido por mi causa. Si por mi
culpa sobrevino esta tormenta, dice Jonás, cogedme y arrojadme al mar. Todos me
tienen envidia. Pero voy a venir y manifestarme de tal modo que quien me
envidie y trata de imitarme le sea provechosa esa porfía. Me doy cuenta, sin
embargo, que los ángeles desertores han
adoptado una actitud de maldad y
perversidad. No han pecado por ignorancia y debilidad. Deben perecer, ya que se
negaron a hacer penitencia. El amor del Padre y el honor del rey reclaman la
Justicia.
Capítulo 5
El designio, pues, de Dios al crear a los
hombres es que ocupen los lugares que han quedado vacantes y reconstruyan los
muros de Jerusalén. Sabía que ya no era posible abrir un camino de retorno para
los ángeles. Conocía la soberbia de Moab, un orgulloso incorregible. La
soberbia nunca acepta el remedio de la penitencia ni del perdón. Pero no creó
otra criatura que reemplazara al hombre caído. Esto era una señal de que iba a
ser redimido. Y si una perversidad ajena a él mismo lo desmoronó, una caridad,
también ajena, podría serle útil.
Te ruego, Señor: dígnate librarme, que soy débil. Me han sacado de mi
país con astucia. Sin hacer mal alguno, me han arrojado aquí, en este calabozo.
Reconozco que soy inocente del todo. Pero, si me comparo con mi seductor, me
siento, en cieno modo, inocente. La mentira me sobornó, Señor. Que venga la
verdad y se descubra la falacia. Que conozca la verdad, y la Verdad me librará;
pero de tal modo que reniegue de la mentira descubierta y me adhiera a la
Verdad conocida. De lo contrario, ya no sería tentación ni pecado humano, sería
obstinación diabólica, pues la perseverancia en el mal es algo diabólico. Y
cualquiera que persista, como él, en el pecado, merece idéntico exterminio.
Capítulo 6
Ya sabéis, hermanos, quién es el que
viene. Ahora considerad de dónde y a dónde viene. Viene del corazón del Padre
al seno de la Virgen Madre. Viene desde el ápice de los cielos a las regiones
más profundas de la tierra. ¿Qué ocurre? ¿Hemos de quedarnos para siempre en la
tierra? No nos importaría si se quedara él también. ¿Dónde nos encontraríamos
bien sin él? ¿Y dónde mal con él? ¿A quién tengo yo en el cielo?, y contigo,
¿qué me importa la tierra? Dios de mi corazón, mi lote perpetuo. Y aunque
camine por las sombras de muerte, nada temo si tú estás conmigo. Ahora me doy
cuenta que bajas a la tierra e incluso al mismo abismo, pero no como un
vencido, sino como libre entre los muertos, como esa luz que brilla en las
tinieblas, pero que las tinieblas no la han comprendido.
Por eso, ni el alma queda en el abismo ni el cuerpo santo conocerá la
corrupción en la tierra. Cristo baja y sube para dar la plenitud al universo.
De él se ha escrito: Pasó haciendo el bien, curando a los oprimidos por el
diablo. Y en otra parte: Salió contento como un héroe a recorrer su camino; su
órbita llega de un extremo a otro del cielo. Con razón exclama el Apóstol:
Buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Sería inútil cualquier intento de levantar nuestros corazones si no nos
presenta antes al autor de la salvación en los cielos.
Pero fijémonos en lo que sigue. Aunque la materia es abundante, por no
decir excesiva, la premura del tiempo no permite largas disertaciones. A
quienes consideraban "quién viene" se les dio a conocer la inmensa e
inefable majestad. A los que avizoraban "de dónde viene", se les
descubrió un largo camino, según aquel testimonio inspirado por el espíritu de
profecía: Mirad, el Señor en persona viene de lejos. Y quienes contemplaban
"a dónde" venía, se encuentran con un amor infinito e inimaginable:
la sublimidad en persona quiere bajar a cárcel tan horrorosa.
Capítulo 7
¿Podrá alguien ya dudar que este gesto implica
una motivación importante? ¿Por qué tan gran majestad, y desde tan lejos, quiso
bajar a lugar tan indigno? Cierto, aquí hay algo grande: una inmensa
misericordia que rezuma comprensión y una caridad desbordante. Y ¿para qué ha
venido? Esto es precisamente lo que ahora debemos inquirir. No es preciso
engolfarnos demasiado aquí, estando tan claras las motivaciones de su venida,
sus palabras y sus obras. Se lanzó a buscar por los montes a la oveja extraviada,
la que hacía el número cien. Y para que libremente alaben al Señor por su
misericordia y por las maravillas que hace con los hombres, vino por nosotros.
Es maravilloso el amor de un Dios que busca, e incomparable la dignidad del
hombre buscado. Por mucho que presuma de esto, no incurrirá en insensatez,
porque no se cree señor de sí mismo. Todo su valor procede de quien lo hizo.
Todas las riquezas, toda la gloria de mundo, cuanto arrastra el deseo del
hombre, es inferior a este orgullo; ni siquiera se le puede comparar. Señor,
¿qué es el hombre para que lo enaltezcas, para que pongas en él tu corazón?
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Ya tenéis a la persona que llega; dos lugares,
el de origen y el de destino. No desconocéis tampoco la causa ni el tiempo.
Sólo queda una cosa: el camino por donde viene. Y lo hemos de buscar con suma
diligencia, pues vale la pena salir a su encuentro.
Si para realizar la salvación en la tierra vino una sola vez en carne visible, para salvar cada alma viene cada día en espíritu e invisible, como está escrito: El Espíritu que está delante de nosotros es Cristo el Señor. Y para que sepas que esta llegada espiritual es imperceptible, continúa: A su sombra viviremos entre los pueblos. Y si el enfermo no puede salir muy lejos al encuentro de tan excelente médico, intente, al menos, alzar la cabeza y erguirse un poco hacia el que viene. No tienes que cruzar los mares. No necesitas atravesar las nubes ni pasar los Alpes. Ni te señalan un camino muy largo. Sal tú mismo al encuentro de tu Dios. A tu alcance está la Palabra; la tienes en tus labios y en tu corazón. Entrégate a la compunción del corazón y la confesión de tus labios. De este modo saldrás del basurero de tu miserable conciencia, porque es indigno que entre allí el autor de la pureza. Todo esto queríamos decir sobre esta venida; por el se digna esclarecer con su poder invisible las inteligencias de cada uno de nosotros.
Si para realizar la salvación en la tierra vino una sola vez en carne visible, para salvar cada alma viene cada día en espíritu e invisible, como está escrito: El Espíritu que está delante de nosotros es Cristo el Señor. Y para que sepas que esta llegada espiritual es imperceptible, continúa: A su sombra viviremos entre los pueblos. Y si el enfermo no puede salir muy lejos al encuentro de tan excelente médico, intente, al menos, alzar la cabeza y erguirse un poco hacia el que viene. No tienes que cruzar los mares. No necesitas atravesar las nubes ni pasar los Alpes. Ni te señalan un camino muy largo. Sal tú mismo al encuentro de tu Dios. A tu alcance está la Palabra; la tienes en tus labios y en tu corazón. Entrégate a la compunción del corazón y la confesión de tus labios. De este modo saldrás del basurero de tu miserable conciencia, porque es indigno que entre allí el autor de la pureza. Todo esto queríamos decir sobre esta venida; por el se digna esclarecer con su poder invisible las inteligencias de cada uno de nosotros.
Capítulo 11
Examinemos ahora el camino de su venida
invisible, porque sus caminos son agradables, y sus sendas tranquilas. Dice la
esposa: Vedle llegar saltando entre los montes, brincando por los collados.
Mira, hermosa, al que llega. Antes reposaba y no lo podías ver. Has dicho:
Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas, dónde reposas. Su reposo apacienta a
los ángeles en aquellas regiones eternas. Los sacia con la visión eterna e
inmutable. Pero no te ignores, hermosa, porque esa visión está fuera de tu alcance;
es tan sublime que no la abarcas. Ha salido de su santa morada, el que con su reposo apacienta a los
ángeles, ya ha comenzado a actuar y nos sanará. Y si antes, reposando y
apacentando, era invisible, en adelante se le verá venir apacentando. Vedle
venir saltando sobre los montes, brincando por los collados. Montes y collados
son los patriarcas y los profetas. Lee el pasaje de las genealogías y fíjate
cómo vino saltando y brincando: Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a
Jacob, etc.
En
estos montes brotó, como verás, la raíz de Jesé. De ella, según el profeta,
salió una vara, y de la vara brotó una flor. Y el Espíritu septiforme se posó
sobre la flor. Esto lo ha manifestado con mayor claridad el mismo profeta en
otro pasaje: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará Emmanuel,
que quiere decir Dios-con-nosotros. Primero lo llama flor y después Emmanuel. Y
a la que había llamado vara, de manera aún más clara la denomina virgen. Pero
es preciso que nos reservemos para otro día la consideración de este
sacramento. Vale la pena ocuparse de este asunto en otro sermón. Este de hoy ya
ha sido lo suficientemente largo.
Fuente; San Bernardo. Sermón primero. Los seis aspectos del Adviento.
Comentarios
Publicar un comentario