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3 de noviembre memoria de San Martín de Porres |
Martín, con el ejemplo de su
vida, nos demuestra que es posible conseguir la salvación y la santidad por el
camino que Cristo enseña: si ante todo amamos a Dios de todo corazón, con toda
nuestra alma y con toda nuestra mente; y, en segundo lugar, si amamos a nuestro
prójimo como a nosotros mismo (Cf. Mt 22, 36-38).
Por lo cual, ante todo, Martín,
ya desde niño, amó a Dios, dulcísimo Padre de todos: y con tales
características de ingenuidad y sencillez que no pudieron menos que agradar a
Dios.
Posteriormente cuando entró en la
Orden Dominicana, de tal modo ardió en piedad que, no una sola vez, mientras
oraba, libre su mente de todas las cosas, parecía estar arrebatado al cielo.
Pues tenia en su corazón bien fijo lo que Santa Catalina de Sena había afirmado
con estas palabras: "Es normal amar a aquel que ama. Aquel que vuelve amor
por amor puede decirse que da un vaso de agua a su Creador" (Carta número
8 de Santa Catalina). Después de haber meditado que Cristo padeció por
nosotros..., que llevó en su cuerpo nuestros pecados sobre el madero (Cf. 1P 2,
21-24), se encendió en amor a Cristo crucificado, y al contemplar sus acerbos
dolores, no podía dominarse y lloraba abundantemente. Amó también con especial
caridad al augusto Sacramento de la Eucaristía al que, con frecuencia
escondido, adoraba durante muchas horas en el sagrario y del que se nutría con
la mayor frecuencia posible. Amó de una manera increíble a la Virgen María, y
la tuvo siempre como una Madre querida. Además, San Martín, siguiendo las
enseñanzas del Divino Maestro, amó con profunda caridad, nacida de una fe
inquebrantable y de un corazón desprendido a sus hermanos. Amaba a los hombres
porque los juzgaba hermanos suyos por ser hijos de Dios; más aún, los amaba más
que a sí mismo, pues en su humildad juzgaba a todos más justos y mejores que
él. Amaba a sus prójimos con la benevolencia propia de los héroes de la fe
cristiana.
Excusaba las faltas de los demás;
perdonaba duras injurias, estando persuadido de que era digno de mayores penas por sus pecados; procuraba
traer al buen camino con todas sus fuerzas a los pecadores; asistía
complaciente a los enfermos; proporcionaba comida, vestidos y medicinas a los
débiles; favorecía con todas sus fuerzas a los campesinos, a los negros y a los
mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los más bajos oficios, de tal manera
que fue llamado por la voz popular Martín de la Caridad. Hay que tener también
en cuenta que en esto siguió caminos, que podemos juzgar ciertamente nuevos en
aquellos tiempos, y que pueden considerarse como anticipados a nuestros días.
Por esta razón ya nuestro predecesor de feliz memoria Pío XII nombró a Martín
de Porres Patrono de todas las instituciones sociales de la República del Perú
(Cfr. Carta Apostólica del 10 de junio de 1945).
Con tanto ardor siguió los
caminos del Señor que llegó a un alto grado de perfecta virtud y se inmoló como
hostia propiciatoria. Siguiendo la vocación del Divido Redentor, abrazó la vida
religiosa para ligarse con vínculos de más perfecta santidad. Ya en el convento
no se contentó con guardar con diligencia lo que le exigían sus votos, sino que
tan íntegramente cultivó la castidad, la pobreza y la obediencia que sus
compañeros y superiores lo tenían como una perfecta imagen de la virtud.
La dulzura y delicadeza de su
santidad de vida llegó a tanto que durante su vida y después de la muerte ganó
el corazón de todos, aun de razas y procedencias distintas; por esto nos parece
muy apropiada la comparación de este hijo pequeño de la nación peruana con
Santa Catalina de Sena, estrella brillante también de la familia dominicana,
elevada al honor de los altares hace ya cinco siglos: ésta, porque sobresalió
por su claridad de doctrina y firmeza de ánimo; aquél, porque adaptó sus
actividades durante toda su vida a los preceptos cristianos.
Fuente; S.S Juan XXIII, Extracto de la homilía de canonización del Beato Martín de Porres, 6 de mayo de 1962.
http://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/homilies/1962/documents/hf_j-xxiii_hom_19620506_martino-porres.html
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