Cuán grande es la bondad de Dios. Por el Beato Carlos de Foucauld

¡Cuán bueno es, ¿no es verdad?, abandonarse al Corazón de Jesús, dejarse llevar por Él, pensar que todo lo que sucede, excepto el pecado, es por su voluntad; que, aun el mismo pecado, es «permitido» por Él, y que de todo, absolutamente de todo, aun de las faltas, se puede y se debe sacar provecho!... ¡Qué suave es sentirnos en tales manos y apoyados sobre tal corazón! Tenemos en Jesús un Padre, un Hermano, un Esposo tierno, sabio, poderoso, ¡qué felices somos, nosotros, pobres criaturas! ¡Cuán grande es la bondad de Dios! Misericordias Domini in aeternum cantabo. Querríase no decir otras palabras durante toda la vida, como se dirán y se vivirá de ellas durante la eternidad... Deshagámonos en agradecimiento, en felicidad, en bendiciones, contemplando las bondades de Dios para con todos los hombres, su inaudito amor por cada uno de nosotros; contemplémosle y digámonos que nosotros somos uno de esos pequeños seres que Él tanto ha amado y por los cuales ha vivido y muerto. ¡Él ha dado toda su sangre por cada uno de nosotros! ¡Qué amor! ¡Qué dicha ser amado así! Y amado ¿por quién? Por el Ser infinitamente perfecto, por la Belleza infinita y soberana... ¿Qué somos nosotros para ser tan queridos por Dios? ¡Qué consuelo da hablar de esto, y vivir durante algunos minutos, juntos, de la vida del Cielo, esperando que por la gran misericordia de Dios podamos participar juntos por toda la eternidad!...

Fuente: Carlos de Foucauld,  Carta a su hermana /31 de enero 1897. En:  Escritos espirituales. Traducción realizada sobre la segunda edición francesa, publicada por J. de Gigord, de París, y con su permiso, con el título Escrits  Spirituels de Charles de Foucauld. 1964. pp 107-108.

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