"Mantente firme en tus decisiones; permanece en la
barca en la que te ha puesto nuestro Señor, que, aunque llegue la tempestad, no
perecerás. Te parece que Jesús duerme, y es posible que sea así; pero ¿no sabes
que, si él duerme, su corazón cuida oportunamente de ti? Déjale incluso que
duerma; pues en el momento oportuno despertará para ofrecerte la calma. El
queridísimo san Pedro, dice la Escritura, se asustó y temblando exclamó:
«Señor, sálvame». Y nuestro Señor, tomándolo de la mano, le dijo: «Hombre de poca
fe, ¿por qué has dudado?». Mira, hija, a este santo apóstol: él camina a pie
enjuto sobre las aguas; las olas y los vientos no sabrían sumergirlo; pero el
miedo al viento y a las olas lo desanima, lo abate. El miedo es un mal peor que
el mismo mal. Hijita de poca fe, ¿qué puedes temer tú? ¿No cuida él de ti? Tú
caminas sobre el mar, encuentras vientos y olas, pero ¿el estar con Jesús no te
es suficiente? ¿A qué puedes tener miedo? Pero si el miedo te sorprende, grita
con fuerza: «Señor, sálvame». Él te extenderá la mano; apriétala con fuerza y
camina con alegría sobre el mar de las tempestades de la vida."
Fuente: Carta del 27 de diciembre de 1917.
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