El "hágase tu voluntad" en todo su sentido y profundidad. Por Edith Stein

Ser hijos de Dios significa caminar siempre de la mano de Dios, hacer su voluntad y no la propia, poner todas nuestras esperanzas y preocupaciones en las manos de Dios y confiarle tambièn nuestro futuro. Sobre esta base descansan la libertad y la alegría de los hijos de Dios...
El "hágase tu voluntad" (Mt 6,10) en todo su sentido y profundidad tiene que ser hilo conductor de toda vida cristiana. Esta disposición debe regular el curso del día, de la mañana a la noche, el pasar de los años y, en suma, la vida total. Esa habrá de ser además la única preocupación del cristiano. Todos los demás cuidados los toma el Señor sobre sí. Esa, sin embargo, permanece bajo nuestra responsabilidad durante toda nuestra vida. Objetivamente hablando nunca tendremos la certeza absoluta de permanecer hasta el fin en los caminos de Dios. Así como los primeros hombres pasaron de la filiación divina a apartarse de Dios, de la misma manera cada uno de nosotros se encuentra en el filo de la navaja entre la nada y la plenitud de la vida divina, y tarde o temprano lo percibimos individualmente.
En la infancia de la vida espiritual, cuando comenzamos a abandonarnos en la mano de Dios, lo percibimos con fuerza e intensidad; con toda claridad veíamos qué era lo que teníamos que hacer u omitir. Sin embargo esta situación no puede permanecer siempre así. Quien pertenece a Cristo debe vivir la vida de Cristo en su totalidad, ha de alcanzar la madurez del Salvador y andar por el camino de la cruz, hasta el Getsemaní y el Gólgota, Y todos los sufrimientos que vienen de fuera son nada en comparación con la noche del alma, cuando la luz divina ha desaparecido y la voz del Señor no se escucha más. Dios está allí presente, pero escondido y silencioso. ¿Y por qué sucede esto de esa manera? Se trata de secretos de Dios, sobre los cuales hablamos, pero que en definitiva nunca podremos dilucidar totalmente. Sólo alcanzamos vislumbrar algunas facetas de ese misterio y por eso Dios se hizo hombre, para hacernos participar de una manera nueva de su vida divina.
Fuente: Edith Stein. Los caminos del silencio. En: El año del Señor. Según los santos del Carmelo. Burgos, Monte Carmelo, 1991. pp 485-486.

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