Jesús
mío, arrodillado humildemente a los pies de tu santísima Cruz, te pido con todo
fervor me des la virtud de la paciencia, me hagas humilde y me llenes de
mansedumbre... Jesús mío, mira que esas tres cosas las necesito mucho.
Ayer
sufrí un desprecio de un hermano..., me hizo llorar y si no hubiera sido porque
Tú desde la Cruz me enseñaste a perdonar, quizás hubiera cometido una falta
¡Cuánto me costó vencerme!...Pero dormí más tranquilo.
Bendito
Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes Tú desde la Cruz?
Ayer
vi claramente que solamente acudiendo a Ti se aprende; que sólo Tú das fuerzas
en las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu Cruz, viéndote
clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y
mansedumbre.
No me
olvides, Señor..., mírame postrado a tus pies y accede a lo que te pido.
Vengan
luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de parte de las
criaturas..., ¡qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo... La
portentosa, la admirable, la inenarrable lección que Tú me enseñas desde tu
Cruz, me da fuerzas para todo.
A Ti te
escupieron, te insultaron, te azotaron, te clavaron en un madero, y siendo
Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te ofrecías... ¡Qué podrá decir yo de
tu Pasión!.. Más vale que nada diga y que allá adentro de mi corazón medite en
esas cosas que el hombre no puede llegar jamás a comprender.
Conténteme
con amar profundamente, apasionadamente el misterio de tu Pasión, y aprenda a sufrir
de la manera que Tú lo hiciste. Ya sé que eso es el imposible de los
imposibles, pero mira Señor Jesús mi intención.
¡Qué
dulce es la Cruz de Jesús! ¡Qué dulce es sufrir perdonando!
¡Qué
dulce es sufrir abandonado de los hombres estando abrazado a la Cruz de Cristo!
¡Qué dulce
es llorar un poquito nuestras penas y unirlas a la Pasión de Jesús!
¡Qué
bueno es Dios, que así me prueba, y desde su Cruz santa, me enseña! Me enseña
sus llagas manando sangre inocente; me enseña un semblante del que en medio de
la agonía y del dolor, no salen quejas, sino palabras de amor y de perdón. ¡Cómo
no volverme loco!... Me enseña su Corazón abierto a los hombres, y
despreciado... ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado dolor semejante!
¡Qué
bien se vive en el Corazón de Cristo! ¿Quién se puede quejar de padecer?
Sólo
el insensato que no adore la Pasión de Cristo, la Cruz de Cristo, el Corazón de
Cristo, puede desesperarse en sus propios dolores….
Pero el que de veras ame, y sienta lo que es
unirse a Jesús en la Cruz, ese bien puede decir que es sabroso el padecer, que
es dulce como miel el dolor, que es un enorme consuelo el padecer soledad tedio
y tristeza por parte de los hombres.
¡Qué
bien se vive, junto a la Cruz de Cristo!
Cristo
Jesús, enséñame a padecer... Enséñame la ciencia que consiste en amar el
menosprecio, la injuria, la abyección... Enséñame a padecer con esa alegría
humilde y sin gritos de los santos... Enséñame a ser manso con los que no me
quieren, o me desprecian... Enséñame esa ciencia que Tú desde la cumbre del
Calvario muestras al mundo entero.
Mas ya
sé..., una voz interior muy suave me lo explica todo..., algo que siento en mí
que viene de Ti y que no sé explicar, me descifra tanto misterio que el hombre
no puede entender... Yo, Señor, a mi modo, lo entiendo..., es el amor..., en
eso está todo... Ya lo veo, Señor..., no necesito más, no necesito más... es el
amor, ¿quién podrá explicar el amor de Cristo?... Callen los hombres, callen
las criaturas... Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros
del Amor, del Amor humilde, del Amor paciente, del Amor inmenso, infinito que
nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz.
El mundo
loco, no escucha... Loco e insensato vuela embriagado en su propio ruido..., no
oye a Jesús, que sufre y ama desde la Cruz.
Pero Jesús necesita almas que en
silencio le escuchen.
Jesús necesita corazones que olvidándose de sí
mismos y lejos del mundo. adoren y amen con frenesí y con locura su Corazón
dolorido y desgarrado por tanto olvido. Jesús mío, dulce dueño de mis amores,
toma el mío.
A los
pies de tu Cruz lo pongo... Está junto al de María. Jesús mío, tómalo...,
enséñale tus heridas... Enséñale tus dolores y tus amarguras. Enséñale tus
tesoros para que aprenda a despreciar el mundo y todo lo que no seas Tú...
Enséñale el amor... Ponle junto a tu Corazón para que de una vez se embriague
en tus delicias, y se empape en tu purísima divinidad.
Virgen
María..., estoy loco, no sé lo que pido, no sé lo que digo... Mi alma
desbarra... No sé lo que siento; mis palabras son torpes y mal arregladas, pero
tú, Virgen María, Madre mía, que ves los anhelos de todos tus hijos, sabrás
comprender.
Ya sé
que es mucho lo que pido, pues lo pido todo.
Yo en
cambio, Señora, todo lo he dado y si aún me queda algo, tómalo también, Señora,
y dáselo a Jesús. Ya sé que aunque diera mil vidas que tuviera, no sería digno
de recibir ni siquiera un pensamiento bueno de Dios, pero es mi modo de
hablar... Ya sé que lo he dado todo y... es nada. No alego, pues, lo que el
mundo cree méritos, para pedir a Jesús un poquillo de amor. Él lo da a quien y
cuando le place. Y ya que los sacrificios y renuncias que he hecho por Jesús no
son bastante..., te ofrezco, Señora, algo que no puedes desechar, algo por
medio de lo cual tienes que oírme, algo que hace abrirse los cielos y que el
mismo Padre mira complacido... Es, Señora, la Pasión de Cristo, tu Hijo... Es
la Sangre de Cristo; es la Cruz donde murió el Hijo de Dios.
Señora,
Virgen María..., ¿ves?, con la Cruz lo puedo todo.
No me
olvides Madre mía..., y perdona las chifladuras de este pobre oblato trapense,
que quisiera volverse chiflado de veras, de tanto amarte a ti, Virgen Madre, y
de tanto amar su obsesión..., que es la Cruz de Jesús su divino modelo. Así sea.
Fuente: San Rafael Arnaiz. 7 de abril de 1938 (puntos 1141-1148) En: Obras completas, Burgos, Monte Carmelo. 938-942.
Gracias.
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