Cuando se sirve a Dios se es feliz en todas partes.. Por San Damián de Molokai

Queridos padres: Ya soy sacerdote. Ya soy misionero... ¡Qué grandes son mis obligaciones! ¡Cuán grande debe ser mi celo de apóstol! ¡Qué pureza de costumbres, qué rectitud de juicio, qué prudencia en los actos debo mostrar siempre y en todas partes! Ay de mí, queridos padres, ¿cómo podré yo, que en mi infancia os he contristado tanto con mis caprichos, indignos de un cristiano, cumplir mis deberes de sacerdote misionero? No os olvidéis de este pobre sacerdote que corre noche y día por los volcanes de las Sandwich en busca de ovejas descarriadas. Os suplico que recéis diariamente por mí. Haced también orar a la familia, para que Dios no me retire nunca su gracia; si no, caería al momento en el fango del vicio del que quiero librar a mi prójimo. Pedid también todos los días, en vuestras fervorosas oraciones, la gracia de la perseverancia para mí, que de tantos peligros estoy rodeado. Si el Señor está conmigo, no tengo nada que temer. Adiós, queridos padres, aunque separados materialmente, unámonos en espíritu continuamente, por medio de la oración. No tengáis preocupación alguna por mí, porque cuando se sirve a Dios, se es feliz en todas partes.

Fuente: San Damián de Molokai, Carta a sus padres 23  de agosto de 1864, en: P. Ángel Peña. San Damián de Veuster, El apóstol de los leprosos. Lima, 2015, 15.

Comentarios