Permaneced en mí (jn. 15, 4)
Es el verbo de Dios quien lo manda, quien expresa este deseo.
Permaneced en mí no sólo momentáneamente, durante unas horas pasajeras, sino permaneced...de un modo estable habitualmente.
Permaneced en mí, orad en mí, adorad en mí, amad en mí, sufrid en mí, trabajad y obrad en mí.
Permaneced en mí durante vuestras relaciones con las personas y vuestro trato con las cosas. Penetrad cada vez más íntimamente en esta profundidad. Allí está ciertamente la soledad donde el Señor quiere atraer al alma para hablarle, como dice el Profeta (Os. 2,14)
Mas para escuchar este lenguaje misterioso de Dios no hay que detenerse, por así decirlo, en la superficie. Es necesario penetrar cada vez más en el Ser divino mediante el recogimiento interior,
San Pablo exclamaba: Corro por ver si alcanzo el final (Fl. 3,12) También nosotros debemos descender cada día por esta pendiente con confianza plena de amor. Un abismo llama a otro abismo (S. 41.8)
Es ahí, en lo más profundo, donde va a realizarse el encuentro divino, donde el abismo de nuestra nada, de nuestra miseria, va a hallarse frente a frente con el abismo de la misericordia, de la inmensidad, del todo de Dios. Es ahí, donde lograremos la fuerza necesaria para morir a nosotros mismos y donde, perdiendo nuestra manera personal de ser, quedaremos transformados en amor. Bienaventurados los que mueren el Señor (Ap. 14,13)
Santa Isabel de la Trinidad.
Santa Isabel de la Trinidad.
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