No se ha de pedir a Dios que envíe tribulaciones ni tentaciones presumiendo poderlas soportar, debiendo en eso andar con mucha cautela, porque el hombre bastante hace con sobrellevar aquellas que Dios a diario le envía; pero sí se ha de pedir con humilde y confiado afecto gracia y fortaleza para sufrir con alegría todo cuanto nos envía.
Cuando vengan sobre nosotros las tribulaciones, las enfermedades y contrariedades, no se ha de huir con temor, sino vencerlas con valor.
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