Jesús está en el centro de todo,
él lo asume todo, él soporta todo, él lo sufre todo. Es imposible pegar a
alguien sin pegarle a él, humillar a alguien sin humillarlo a él, maldecir o
matar a alguien sin maldecirlo o matarlo a él mismo. El más bajo de los
criminales tiene que pedir prestado el Rostro de Cristo para recibir una
bofetada, de cualquier mano que sea; de otra manera, la bofetada no podría
llegar a destino y quedaría en suspenso, en el espacio, por los siglos de los
siglos, hasta que encontrase el Rostro que perdona.
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