Así el Espíritu Santo está presente
en cada hombre capaz de recibirlo, como si sólo él existiera y, no obstante,
distribuye a todos gracia abundante y completa; todo disfrutan de él en la
medida en que lo requiere la naturaleza de la criatura, pero no en la proporción
con que él podría darse.
Por él los corazones se elevan a lo
alto, por su mano son conducidos los débiles, por él los que caminan tras la
virtud, llegan a la perfección. Es él quien ilumina a los que se han purificado
de sus culpas y al comunicarse a ellos los vuelve espirituales.
Como los cuerpos limpios y
transparentes se vuelven brillantes cuando reciben un rayo de sol y despiden de
ellos mismos como una nueva luz, del mismo modo las almas portadoras del
Espíritu Santo se vuelven plenamente espirituales y transmiten la gracia a los
demás.
De esta comunión con
el Espíritu procede la presciencia de lo futuro, la penetración de los
misterios, la comprensión de lo oculto, la distribución de los dones, la vida
sobrenatural, el consorcio con los ángeles; de aquí proviene aquel gozo que
nunca terminará, de aquí la permanencia en la vida divina, de aquí el ser
semejantes a Dios, de aquí, finalmente lo más sublime que se puede desear: que
el hombre llegue a ser como Dios.
Fuente: San Basilio Magno. El Espíritu Santo.
Fuente: San Basilio Magno. El Espíritu Santo.
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