Supliquemos, pues,
al Señor y esperemos que se manifieste en su amor y nos libre ya desde ahora de
las tinieblas, para que de este modo también en la resurrección nuestro cuerpo
de debilidad brille con la luz que reside en el alma y lo ilumine; y sea él
mismo glorificado junto con el alma. El Señor está cerca de nosotros
a condición de que lo busquemos con un corazón sincero. Todo el que
escucha estas palabras que espere recibir la Palabra sustancial y aprenda de
ella toda justicia.
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