Complicamos nosotros la santidad y es muy sencilla: nada más que dejarse, confiada y amorosamente en los brazos de Dios, queriendo y haciendo en cada momento lo que creemos que Él quiere. Claro, que cuesta, pero es una cosa muy buena para que podamos probarle nuestro amor.
Fuente: Maravillas de Jesús, en: Ráfagas de luz y amor, Madrid, La Aldehuela, 2001.
Fuente: Maravillas de Jesús, en: Ráfagas de luz y amor, Madrid, La Aldehuela, 2001.
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