La aridez. Por Hans Urs Von Balthasar


La aridez, por tanto, no debe tomarse en principio como una penitencia o un destino trágico. Hay que tomarla como "la forma cotidiana normal"  del amor, que en el fondo suele comenzar con sus formas excepcionales para aterrizar por este rodeo en normalidad. Por eso la aridez en la contemplación nada tiene de temible y alarmante ; al contrario, es elemento confirmatorio; pero así como el amor no sucumbe a lo cotidiano y se trasluce en mil ocurrencias y se configura a diario con mil menudencias, así ocurre también con la contemplación. Diariamente debe el orante ponerse en la presencia del Dios eternamente joven, que nunca envejece; los prados de Dios florecen con el mismo colorido y esplendor de siempre y brindan nuevas insinuaciones al hombre que quiere servirse de ellas. Su cansancio, su tedio, su desaliento, su amargura, son cosas suyas, y como Dios todo lo dispone para aliviarle a él, cansado y fatigado, no puede quejarse contra Dios. Tiene que amonestarse y reprenderse a sí mismo y arrojar de sí lo que le oprime y arrastra hacia abajo. Tiene que darse y comenzar de nuevo.

Fuente: La oración contemplativa. Hans Urs Von Balthasar, Madrid, Encuentro, 2007, p 97

Comentarios

  1. El presentar la meditación como fuente de gozo y consolaciones, hace que muchos dejen la contemplación cuando se llega a la aridez. Que como dice muy bien el autor, es el estado normal. Un abrazo: Joan Josep

    ResponderBorrar
  2. Dios nos habla normalmente en prosa, y cuando menos lo esperamos, nos sorprende con alguna poesía. No crees? :-)
    Hermoso blog.

    ResponderBorrar
  3. Sí, es una linda analogía, Flavia. Gracias por pasar por el blog.
    Afectuosamente en el Señor,

    ResponderBorrar
  4. Algo así como lo que diría Santa Teresa:

    Vuestra soy, para Vos nací,
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Soberana Majestad,
    Eterna sabiduría,
    Bondad buena al alma mía;
    Dios, alteza, un ser, bondad,
    La gran vileza mirad,
    Que hoy os canta amor así.
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Vuestra soy, pues me criastes,
    Vuestra, pues me redimistes,
    Vuestra, pues que me sufristes,
    Vuestra, pues que me llamastes,
    Vuestra, porque me esperastes,
    Vuestra, pues no me perdí.
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    ¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
    Que haga tan vil criado?
    ¿Cuál oficio le habéis dado
    A este esclavo pecador?
    Veisme aquí, mi dulce Amor,
    Amor dulce, veisme aquí,
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Veis aquí mi corazón,
    Yo le pongo en vuestra palma,
    Mi cuerpo, mi vida y alma,
    Mis entrañas y afición;
    Dulce Esposo y redención
    Pues por vuestra me ofrecí.
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Dadme muerte, dadme vida:
    Dad salud o enfermedad,
    Honra o deshonra me dad,
    Dadme guerra o paz crecida,
    Flaqueza o fuerza cumplida,
    Que a todo digo que sí.
    ¿Qué queréis hacer de mí?

    Dadme riqueza o pobreza,
    Dad consuelo o desconsuelo,
    Dadme alegría o tristeza,
    Dadme infierno, o dadme cielo,
    Vida dulce, sol sin velo,
    Pues del todo me rendí.
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Si queréis, dadme oración,
    Sí no, dadme sequedad,
    Si abundancia y devoción,
    Y si no esterilidad.
    Soberana Majestad,
    Sólo hallo paz aquí,
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Dadme, pues, sabiduría,
    O por amor, ignorancia,
    Dadme años de abundancia,
    O de hambre y carestía;
    Dad tiniebla o claro día
    Revolvedme aquí o allí
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Si queréis que esté holgando,
    Quiero por amor holgar.
    Si me mandáis trabajar,
    Morir quiero trabajando.
    Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?
    Decid, dulce Amor, decid.
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Dadme Calvario o Tabor,
    Desierto o tierra abundosa,
    Sea Job en el dolor,
    O Juan que al pecho reposa;
    Sea' viña frutuosa
    O estéril, si cumple así.
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Sea Josef puesto en cadenas,
    O de Egito Adelantado,
    O David sufriendo penas,
    O ya David encumbrado,
    Sea Jonás anegado,
    O libertado de allí,
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Esté callando o hablando,
    Haga fruto o no le haga,
    Muéstreme la Ley mi llaga,
    Goce de Evangelio blando;
    Esté penando o gozando,
    Sólo Vos en mí viví,
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    Vuestra soy, para Vos nací
    ¿Qué mandáis hacer de mí?

    ResponderBorrar
  5. Qué hermosa que es esta poesía de Teresa. Es certeza de que le pertenecemos a ÉL.
    SAludos,

    ResponderBorrar

Publicar un comentario