Hay que hacer notar y reflexionar sobre el amoroso cuidado y la bondad con que María rodea y ama a los que están unidos por la pureza de alma a ella, cuya intervención libra sin cesar - como ya lo hemos dicho- a los hombres malvados e impíos de la muerte del pecado y de los castigos eternos. Ella resplandece y se distingue por su doble caridad: por una parte, está firmemente unidad a Dios, a quien ella adhiere, formando un sólo espíritu con él. Por otra parte, atrae y consuela dulcemente los corazones de los elegidos y les participa los dones excelentes que provienen de la liberalidad de su Hijo. Excediendo en rapidez las seis alas del serafín, ya sea en la fuente de la vida, en que goza del amor de la divinidad, ya sea iluminando la tierra con signos y milagros, ella acude en todas partes junto a los suyos, como una madre, llena de gozo y generosidad.
A unos su presencia los convierte en vencedores, triunfando sobre los vicios; a otros su intercesión maternal les asegura la posesión de las más altas virtudes; a algunos les abre el secreto de la contemplación interior; a los demás les concede- al término de su vida- un camino seguro, a tal punto que ninguna fuerza del enemigo podrá atemorizar a los que conduce hacia Cristo la Madre del Hijo único de Dios.
Fuente: San Amadeo de Lausana, "La caridad de María, sus beneficios para con todos", en: Ocho Homilías Marianas.
A unos su presencia los convierte en vencedores, triunfando sobre los vicios; a otros su intercesión maternal les asegura la posesión de las más altas virtudes; a algunos les abre el secreto de la contemplación interior; a los demás les concede- al término de su vida- un camino seguro, a tal punto que ninguna fuerza del enemigo podrá atemorizar a los que conduce hacia Cristo la Madre del Hijo único de Dios.
Fuente: San Amadeo de Lausana, "La caridad de María, sus beneficios para con todos", en: Ocho Homilías Marianas.
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