Sin Dios sólo queda la absoluta impotencia. Por Dom Vital Lehodey

Todo lo puedo en Aquel que me conforta»; sin Dios sólo queda la absoluta impotencia, por nosotros nada podemos hacer: ni pensar en el bien, ni desearlo, ni cumplirlo. Y no hablemos de la enmienda de nuestros vicios, de la perfecta adquisición de las virtudes, de la vida de intimidad con Dios que representan un cúmulo enorme de impotencias humanas y de intervenciones divinas. El hombre es, pues, un organismo maravilloso, por cuanto es capaz con la ayuda de Dios de llevar a cabo las obras más santas; pero es a la vez lo más pobre y necesitado que hay, ya que sin e! auxilio divino no puede concebir siquiera el pensamiento de lo bueno. Por dicha nuestra, Dios ha querido salir fiador de nuestra salvación, por lo que jamás podremos bendecirle como se merece, pero no quiere salvarnos sin nosotros y, por consiguiente, debemos unir nuestra acción a la suya con celo tanto mayor cuanto sin El nada podemos.
Nuestra santificación, nuestra salvación misma es, pues, obra de entrambos: para ella se precisan necesariamente la acción de Dios y nuestra cooperación, el acuerdo incesante de la voluntad divina y de la nuestra. El que trabaja con Dios aprovecha a cada instante; quien prescinde de El cae, o se fatiga en estéril agitación. Es, pues, de importancia suma no obrar sino unidos con Dios y esto todos los días y a cada momento, así en nuestras menores acciones como en cualquier circunstancia. porque sin esta íntima colaboración se pierde trabajo y tiempo. ¡Cuántas obras, llenas en apariencia, quedarán vacías por sólo este motivo! Por no haberlas hecho en unión con Dios, a pesar del trabajo que nos costaron, se desvanecerán ante la luz de la eternidad como sueño que se nos va así que despertamos.
Ahora bien, si Dios trabaja con nosotros en nuestra santificación, justo es que El lleve la dirección de la obra: nada se deberá hacer que no sea conforme a sus planes, bajo sus órdenes y a impulsos de su gracia. El es el primer principio y último fin; nosotros hemos nacido para obedecer a sus determinaciones. Nos llama «a la escuela del servicio divino», para ser El nuestro maestro; nos coloca en «el taller del Monasterio», para dirigir allí nuestro trabajo; «nos alista bajo su bandera» para conducirnos El mismo al combate. Al Soberano Dueño pertenece mandar, a la suma sabiduría combinar todas las cosas; la criatura no puede colaborar sino en segundo término con su Creador.
Esta continua dependencia de Dios nos impondrá innumerables actos de abnegación, y no pocas veces tendremos que sacrificar nuestras miras limitadas y nuestros caprichosos deseos con las consiguientes quejas de la naturaleza; mas guardémonos bien de escucharla. ¿Podrá cabernos mayor fortuna que tener por guía la divina sabiduría de Dios, y por ayuda la divina omnipotencia, y ser los socios de Dios en la obra de nuestra salvación; sobre todo si se tiene en cuenta que la empresa realizada en común sólo tiende a nuestro personal provecho? Dios no reclama para sí sino su gloria y hacernos bien, dejándonos todo el beneficio. El perfecciona la naturaleza, nos eleva a una vida superior, nos procura la verdadera dicha de este mundo y la bienaventuranza en germen. ¡Ah, si comprendiéramos los designios de Dios y nuestros verdaderos intereses! Seguro que no tendríamos otro deseo que obedecerle con todo esmero, ni otro temor que no obedecerle lo bastante; le suplicaríamos e insistiríamos para que hiciera su voluntad y no la nuestra. Porque abandonar su sabia y poderosa mano para seguir nuestras pobres luces y vivir a merced de nuestra fantasía, es verdadera locura y supremo infortunio.

Fuente; Dom Vital Lehodey. El santo abandono.

Comentarios

  1. ¡Cuán verdadero es especialmente el último párrafo!:

    "¡Ah, si comprendiéramos los designios de DIOS y nuestros verdaderos intereses! Seguro que no tendríamos otro deseo que obedecerLE con todo esmero, ni otro temor que no obedecerLE lo bastante; LE suplicaríamos e insistiríamos para que hiciera SU VOLUNTAD y no la nuestra. Porque abandonar su sabia y poderosa mano para seguir nuestras pobres luces y vivir a merced de nuestra fantasía, es verdadera locura y supremo infortunio."

    LA DIVINA MISERICORDIA, EL SEÑOR, le dijo a Santa Faustina: "Cada alma respecto a mí, por toda la eternidad meditará MI AMOR y MI MISERICORDIA". Es decir, que si Nuestra Buena Madre nos lleva al Cielo, vamos a estar toda la eternidad cantando exultantes y felices las MISERICORDIAS de DIOS, regocijándonos en SU AMOR.

    Así de maravillosa es SU SANTÍSIMA VOLUNTAD. Ahora no la comprendemos, no vemos todavía la cara delantera del tapiz, pero bástenos saber que todo lo que nos pasa tiene tal lógica y tales razones de amor que vamos a estar toda la eternidad alabando a LA DIVINA MISERICORDIA por los bienes que nos ha concedido y cómo nos ha amado en esta vida dándonos lo que nos da LA DIVINA PROVIDENCIA.

    Besemos intensamente cada cruz, cada momento del día dulce o amargo, porque todo viene de NUESTRO PADRE, y cada suceso tiene escondido tales riquezas y tanto amor, que si lo supiéramos moriríamos de felicidad y de dolor por el pecado de no corresponderLE como ÉL se merece.

    Gracias, Dichosa Ventura.

    ResponderBorrar
  2. El Santo Padre Benedicto XVI ha dicho "el mudo moderno ha proclamado la autonomia de Dios, que es una mentira, porque el hombre no eexiste por si mismo, ni para si mismo" Muy bueno el articulo. En union de oraciones. Bendiciones¡

    ResponderBorrar
  3. Doy gracias al Señor por este blog, a El toda la Gloria!

    Muchas gracias, Dichosa Ventura, Dios te bendiga

    ResponderBorrar

Publicar un comentario