La anunciación del Señor. Por Santa Teresa de Lisieux


Meditando tu Vida
tal como la describe el Evangelio,
yo me atrevo a mirarte y hasta acercarme a ti.
No me cuesta creer que soy tu hija,
cuando veo que mueres,
cuando veo que sufres como yo.
Cuando un ángel del cielo te ofrece ser la Madre
de un Dios que ha de reinar eternamente,
veo que tu prefieres, ¡Oh asombroso misterio!,
el tesoro inefable de la virginidad.
Comprendo que tu alma, inmaculada Virgen
le sea a Dios más grata
que su propia morada de los cielos.
Comprendo que tu alma , humilde y dulce valle,
contenga a mí Jesús, océano de amor.
Te amo cuando proclamas
que eres la siervecilla del Señor,
del Señor a quien tú con tu humildad cautivas.
Esta es la gran virtud que te hace omnipotente
y a tu corazón lleva la Santa Trinidad.
Entonces el Espíritu, Espíritu de amor,
te cubre con su sombra,
y el Hijo, igual al Padre,
se encarna en ti......
Muchos habrán de ser
sus hermanos pecadores
para que se le llame : Jesús, tu primogénito!
María, tu lo sabés,
no obstante ser pequeña, poseo y tengo en mí
al todopoderoso.
Mas no me asusta mi gran debilidad,
pues todos los tesoros de la madre
son también de la hija.......
Y yo soy hija tuya, Madre mía querida.
¡Acaso no son mías tus virtudes
y tu amor también mío?
Así, cuando la pura y blanca Hostia
baja a mi corazón
tu Cordero, Jesús, sueña estar reposando
en ti misma, María.

Fuente: Santa Teresa del niño Jesús, Poesía 44.

Comentarios