El corazón puesto en Dios. Por el Abate Filemón

En efecto, cuando nuestra alma goza de la contemplación del verdadero bien, no retrocede hacia ninguna de las pasiones que actúan por el placer; pero si ha abandonado toda dulzura de placer corporal, recibe la manifestación de Dios con mente pura y sin mancha. Entonces para que Dios pueda habitar en nuestros corazones, necesitamos de mucha atención y de muchas fatigas del cuerpo y de la purificación del alma; de esta manera cumpliremos sin error sus divinos mandamientos. Por lo tanto, es Él mismo quien nos enseña a observar con seguridad sus leyes, enviando sus energías como rayos de sol, mediante la gracia del Espíritu que contienen. En efecto, es necesario que, a través de las fatigas y de las pruebas, purifiquemos la imagen que muestra que somos racionales y capaces de toda inteligencia y que muestra la semejanza con Dios; es necesario que tengamos los sentidos libres de toda mancha, refundiéndolos de alguna manera en los hornos de la pruebas, y transformándonos en la dignidad real. En efecto, Dios también ha creado la naturaleza humana como partícipe de todo bien, capaz de contemplar intelectualmente los coros de los ángeles, las glorias de las dominaciones, las virtudes, los principados, las potestades, la luz inaccesible, la gloria esplendente.
Pero cuando tú triunfes con la virtud, no te ensañes en tu pensamiento contra tu hermano pensando que has triunfado mientras él fue negligente; porque éste es el inicio de la soberbia. Cuida con todas tus fuerzas no hacer nada según la voluntad de agradar a los hombres. Pero si luchas contra la pasión, no te desanimes si aún perdura la guerra: mas bien, ponte de pie y póstrate ante Dios, diciendo con todo el corazón, junto con el profeta: "ataca Jahveh, a los que me atacan, combate a quienes me combaten", porque no tengo fuerzas contra ellos. Y él al ver tu humillación, rápidamente te enviará su ayuda. Pero cuando caminas con alguien, no aceptes una conversación vana, más bien ocupa tu intelecto en aquella actividad espiritual que tenía antes para que se convierta en buena costumbre y olvide los placeres del mundo, y para que tú puedas alcanzar los puertos de la impasibilidad"

Abate Filemón. "Discurso utilísimo sobre el abate Filemón". En: Filocalia. Buenos Aires. Lumen. 2003. Vol 2. p 371.

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