LOS DOCE, GRADOS DEL SILENCIO
Sor Amada de Jesús (Carmelita)
La vida interior podría
consistir en esta sola palabra ¡Silencio! El silencio prepara
los santos; él los comienza, los continúa y, los acaba. Dios, que es eterno, no
dice más que una sola palabra, que es el Verbo. Del mismo modo, sería deseable
que todas nuestras palabras digan Jesús directa o indirectamente. Esta palabra:
silencio ¡cuán hermosa es!
1° Hablar poco a las creaturas y mucho a Dios
Este es el primer paso, pero indispensable, en las vías solitarias del
silencio. En esta escuela es donde se enseñan los elementos que disponen a la
unión divina. Aquí el alma estudia v profundiza esta vírtud, en el espíritu del
Evangelio, en el espíritu de la Regla que abrazó, respetando los lugares
consagrados las personas, y sobre todo esta lengua en que tan a menudo descansa
el Verbo o la Palabra del Padre, el Verbo hecho carne. Silencio al mundo,
silencio a las noticias, silencio con las almas más justas: la voz de un
Angel turbó a María...
2° Silencio en el trabajo, en los movimientos
Silencio en el porte, silencio de los ojos, de tos oídos, de la voz;
silencio de todo el ser exterior, que prepara al alma a pasar a Dios. El alma
merece tanto como puede, por estos primeros esfuerzos en escuchar la voz del
Señor. ¡Qué bien recompensado es este primer paso!
Dios la llama al desierto, y por eso.; en este segundo estado, el alma
aparta todo lo que podría distraerla; se aleja del ruido, y huye sola hacia
Aquél que solo es. Allí ella saboreará las primicias de la unión divina y el
celo de su Dios. Es el silencio del recogimiento, o el recogimiento en el
silencio.
3° Silencio de la imaginación
Esta facultad es la primera en llamar a la puerta cerrada, del jardín
del Esposo; con ella vienen las emociones ajenas, las vagas impresiones, las
tristezas. Pero en este lugar retirado, el alma dará al Bien Amado pruebas de
su amor. Presentará a esta potencia, que no puede ser destruida, las bellezas
del cielo, los encantos de su Señor, las escenas del Calvario, las perfecciones
de su Dios. Entonces, también ella permanecerá en el silencio, y será la
sirvienta silenciosa del Amor divino.
4° Silencio de la memoria
Silencio al pasado... olvido. Hay que saturar esta facultad con el
recuerdo de las misericordias de Dios... Es el agradecimiento en el silencio,
es el silencio de la acción de gracias.
5° Silencio a las creaturas
¡Oh, miseria de nuestra condición presente! A menudo el alma, atenta a
sí misma, se sorprende conversando interiormente con las creaturas,
respondiendo en su nombre. ¡Oh, humillación que hizo gemir a los santos! En ese
momento esta alma debe retirarse dulcemente a las más íntimas profundidades de
este lugar escondido, donde descansa la Majestad inaccesible del Santo de los
santos, y donde Jesús, su consolador v su Dios, se descubrirá a ella, le
revelará sus secretos, v le hará probar la bienaventuranza futura. Entonces le
dará un amargo disgusto para todo lo que no es El, y todo lo que es de la
tierra. dejará poco a poco de distraerla.
6° Silencio del corazón
Si la lengua está muda, si los sentidos se encuentran en la calma, si la
imaginación, la memoria y las creaturas se callan y hacen silencio, si no
alrededor, si al menos en lo íntimo de esta alma de esposa, el corazón hará
poco ruido. Silencio de los afectos, de las antipatías, silencio de los deseos
en lo que tienen de demasiado ardiente, silencio del celo en lo que tiene de
indiscreto; silencio del fervor en lo que tiene de exagerado: silencio hasta en
los suspiros... Silencio del amor en lo que tiene de exaltado, no de esa
exaltación de que Dios es autor, sino de aquella en que se mezcla la naturaleza.
El silencio del amor, es el amor en el silencio...
Es el silencio ante Dios, suma belleza, bondad, perfección... Silencio
que no tiene nada de molesto, de forzado; este silencio no daña a la ternura,
al vigor de este amor, de modo semejante a como el reconocimiento de las faltas
no daña tampoco al silencio de la humildad, ni el batir de las alas de los
ángeles de que habla el profeta al silencio de su obediencia, ni el fiat al
silencio de Getsemaní, ni el Sanctus eterno al silencio de los serafines...
Un corazón en el silencio es un corazón de virgen, es una melodía para
el corazón de Dios. La lámpara se consume sin ruido ante el Sagrario, y el
incienso sube en silencio hasta el trono del Salvador: así es el silencio del
amor. En los grados precedentes, el silencio era todavía la queja de la tierra;
en éste el alma, a causa de su pureza, empieza a aprender la primera nota de
este cántico sagrado que es el cántico de los cielos.
7° Silencio de la naturaleza, del amor propio
Silencio a la vista de la propia corrupción, de la propia incapacidad.
Silencio del alma que se complace en su bajeza. Silencio a las alabanzas, a la
estima. Silencio ante los desprecios, las preferencias, las murmuraciones; es
el silencio de la dulzura y de la humildad. Silencio de la naturaleza ante las
alegrías o los placeres. La flor se abre en silencio y su perfume alaba en
silencio al creador: el alma interior debe hacer lo mismo. Silencio de la
naturaleza en la pena o en la contradicción. Silencio en los ayunos, en las
vigilias, en las fatigas, en el frío y el calor. Silencio en la salud, en la
enfermedad, en la privación de todas las cosas: es el silencio elocuente de la
verdadera pobreza y de la penitencia; es el silencio tan amable de la muerte a
todo lo creado y humano. Es el silencio del yo humano transformándose en el
querer divino. Los estremecimientos de la naturaleza no podrían turbar este
silencio, porque está por encima de la naturaleza.
8° Silencio del espíritu
Hacer callar los pensamientos inútiles, los pensamientos agradables y
naturales; sólo éstos dañan al silencio del espíritu, y, no el pensamiento en
sí mismo, que no puede dejar de existir. ¡Nuestro espíritu quiere la verdad, y
nosotros le damos la mentira! ¡Ahora bien, la verdad esencial es Dios! ¡Dios
basta a su propia inteligencia divina, y no basta a la pobre inteligencia
humana!
Por lo que mira a una contemplación de Dios sostenida, inmediata, no es
posible en la debilidad de la carne, a no ser que Dios conceda un puro don de
su bondad; pero el silencio en los ejercicios propios del espíritu consiste; en
relación a la fe, en contentarse con su luz oscura. Silencio a los
razonamientos sutiles que debilitan la voluntad v disecan el amor. Silencio en
la intención: pureza, simplicidad; silencio a las búsquedas personales; en la
meditación, silencio a la curiosidad; en la oración, silencio a las propias
operaciones, que no hacen más que obstaculizar la obra de Dios. Silencio al
orgullo que se busca en todo, siempre y en todas partes; que quiere lo bello,
el bien, lo sublime; es el silencio de la santa simplicidad; del
desprendí-miento total de la rectitud.
Un espíritu que combate contra tales enemigos es semejante a esos
ángeles que ven sin cesar la Faz de Dios. Esta es la inteligencia, siempre en
el silencio, que Dios eleva hasta sí.
9° Silencio del juicio
Silencio cuanto a las personas, silencio cuanto a las cosas. No juzgar,
no dejar ver la propia opinión. No tener opinión a veces, es decir, ceder con simplicidad,
si nada se opone a ello por prudencia o por caridad. Es el silencio de la
bienaventurada. y santa infancia, es el silencio de los perfectos, el silencio
de los ángeles y de los arcángeles, cuando siguen las órdenes de Dios. ¡Es el
silencio del Verbo encarnado!
10° Silencio de la voluntad
El silencio a los mandamientos, el silencio a las santas leyes de la
regia, no es, por decirlo así, más que el silencio exterior de la propia.
Voluntad. El Señor tiene algo que enseñarnos de mas profundo y de más difícil:
el silencio del esclavo bajo los golpes de su amo. Pero ¡feliz esclavo, pues el
Amo es Dios! Este silencio es el de la víctima sobre el altar, es el silencio
del cordero que es despojado de su vellocino, es el silencio en las tinieblas,
silencio que impide pedir la luz, al menos la que alegra. Es el silencio en las
angustias del corazón, en los dolores del alma.; el silencio de un alma que se
vio favorecida por su Dios, y que, sintiéndose rechazada por El; no pronuncia
ni siquiera estas palabras: ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? Es el silencio en el
abandono, el silencio bajo la severidad de la mirarla de Dios, bajo el peso de
su mano divina; el silencio sin otra queja que la del amor. Es el silencio de
la crucifixión, es más que el silencio de los mártires, es el silencio de la
agonía de Jesucristo. Si, este silencio es su divino silencio, y nada es
comparable a su voz, nada resiste a su oración, nada es más digno de Dios que
esta clase de alabanza en el dolor, que este fiat en el lagar; que este silencio
en el trabajo de la muerte.
Mientras esta voluntad humilde y libre, verdadero holocausto de amor, se
destroza v se destruye para la gloria del nombre de Dios, El la transforma en
su voluntad divina. Entonces ¿qué falta para su perfección? ¿Qué se requiere
todavía para la unión? ¿Qué falta para que Cristo sea acabado en esta alma? Dos
cosas: la primera es el último suspiro del ser humano, la segunda es una dulce
atención al Bien Amado cuyo beso divino es la inefable recompensa.
11° Silencio consigo mismo
No hablarse interiormente, no escucharse, no quejarse ni consolarse. En
una palabra, callarse consigo mismo, olvidarse a si mismo, dejarse solo,
completamente solo con Dios; huirse, separarse de sí mismo. Este es el silencio
más difícil, y sin embargo es esencial para unirse a Dios tan perfectamente
como pueda hacerlo una pobre creatura, que, con la gracia, llega a menudo hasta
aquí, pero se detiene en este grado, por que no lo comprende y lo practica
menos aún. Es el silencio de la nada. Es más heroico que el silencio de la
muerte.
12°
Silencio con Dios
Al comienzo Dios decía al alma: "Habla poco a las creaturas y mucho
conmigo”. Aquí le dice. "No me hables más”. El silencio con Dios es
adherirse a Dios, presentarse y exponerse ante Dios, ofrecerse a El,
aniquilarse ante El, adorarlo, amarlo, escucharlo, oírlo, descansar en El. Es
el silencio de la eternidad; es la unión del alma con Dios.
Todo un camino... Cuando vamos adentrándonos en el silencio vamos siendo más nosotros mismos, para entendernos, más JESÚS PARA LOS DEMÁS.
ResponderBorrar¡Precioso texto! Una joya para ir caminando en comunión con Dios-Amor.
Un fuerte abrazo
Qué hermoso sería ser capaz de seguir el camino del Silencio...
ResponderBorrarEn la Religiòn o Religiones,en sus origenes tenian el Silencio en la oraciòn sin palabras a Contemplaciòn y mistica.hoy se rescata en los diferentes libros de Willigis Jager,padre tomas keating,Thomas Merthon,Nicolas de Cusa,San juan de la Cruz, padres del Desierto.yJUAN DE TAULER que describe el camino mistico EL ESPÌRITU SE HUNDE EN LO ABSOLUTA DE MODO QUE PIERDE TODA DISCRÌMINACIÒN.SE VUELVE UNO CON LA DULZURA DE DIOS.
ResponderBorrarGracias Hermanos porque sus comentarios son una verdadera catequesis. Muy hermoso post. Susana
ResponderBorrarHablar poco y escuchar al silencio, màgica palabra que lindo es!!! que Dios nos bendiga a todos y pràctiquemos siempre el silencio.
ResponderBorrarEl silencio no es vacío sino presencia activa del Dios vivo: silencio de comunión....quisiera yo deciros la dicha del convento, quisiera del silencio mostraros su valor, quisiera que supierais las célicas delicias del alma que acaricia y escucha a su Señor......
ResponderBorrarEl silencio no es vacío sino silencio de comunión...quisiera yo deciros la dicha del convento, quisiera del silencio mostraros su valor, quisiera que supierais las célicas delicias del alma que acaricia y escucha a su Señor Jesucristo:!
ResponderBorrarInfinitas gracias, hermano. En unidad de Oración en Su Presencia.
BorrarHermoso pero ... será alcanzable tanta perfección en esta vida? Y para un laico? O esta unión con Dios que habla San Juan de la Cruz la vivimos con nuestro último suspiro?
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