La auténtica misericordia que
está en los cielos (Sal 35,6) es Cristo, Nuestro Señor. ¡Cuán suave y qué buena
es la misericordia que, sin que nadie la buscase, ha bajado del cielo y se ha
abajado para levantarnos a nosotros!...
Cristo nos ha prometido estar con
nosotros hasta el fin del mundo, como él mismo nos lo dice en el evangelio: “Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo.” (Mt 28,20)
Hermanos, ved su bondad; está ya a la derecha del Padre y quiere seguir
viviendo con nosotros en la tierra. Con nosotros quiere pasar hambre y sed,
quiere sufrir con nosotros, padecer exilio con nosotros, incluso no rechaza
estar prisionero y morir con nosotros (Mt 25,35ss)... Mirad qué amor nos tiene;
en su inefable ternura quiere sufrir en nosotros todos estos males.
Sí, la auténtica misericordia venida del
cielo, Nuestro Señor Jesucristo, te creó de la nada, te buscó cuando andabas
perdido, te ha rescatado cuando fuiste vendido... Todavía ahora, Cristo se
digna incorporarse cada día a la humanidad. Desgraciadamente, no todos los
hombres le abren la puerta de su corazón.
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