En Adviento la liturgia con frecuencia nos
repite y nos asegura, como para vencer nuestra natural desconfianza, que Dios
"viene": viene a estar con nosotros, en todas nuestras situaciones;
viene a habitar en medio de nosotros, a vivir con nosotros y en nosotros; viene
a colmar las distancias que nos dividen y nos separan; viene a reconciliarnos
con él y entre nosotros. Viene a la historia de la humanidad, a llamar a la
puerta de cada hombre y de cada mujer de buena voluntad, para traer a las
personas, a las familias y a los pueblos el don de la fraternidad, de la
concordia y de la paz.
Por eso el Adviento es, por excelencia, el
tiempo de la esperanza, en el que se invita a los creyentes en Cristo a
permanecer en una espera vigilante y activa, alimentada por la oración y el
compromiso concreto del amor. Ojalá que la cercanía de la Navidad de Cristo
llene el corazón de todos los cristianos de alegría, de serenidad y de paz.
S.S. Benedicto XVI. Ángelus
2-12-2006
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