¡Gloria al inefable poder de tu Cruz, Señor! Cuando el enemigo me oprime con pensamientos y sentimientos de pecado y yo, no sintiendo libertad en mi corazón, hago varias veces y con fe la señal de la Cruz, mis pecados son inmediatamente perdonados, la angustia se desvanece y obtengo la libertad. ¡Gloria a Ti, Señor! ¡Señor, que no haya en mí nada carnal, nada terreno! ¡Atráeme a Ti! ¡Hazme estar siempre contigo!
San Juan de Kronstadt. En: Espiritualidad de oriente. Rialp.
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