Nada hay más precioso en este mundo que un alma en gracia, porque ha sido comprada con la preciosa sangre de Cristo. Una vida entera gastada en rescatar a una sola alma de la ruina espiritual es una vida bien aprovechada. Si las circunstancias no te permiten tratar a muchas almas, entrégate a las pocas que la amorosa Providencia haya puesto a tu lado.
Hacer el bien a los demás es una caridad desinteresada. Compartir sus necesidades físicas y materiales, aliviar su penuria, mitigar su tristeza y ser un instrumento que brinde ayuda espiritual a su alma es una caridad a imagen de la de Cristo y contribuye a la salud de la Iglesia, su Cuerpo Místico.
En el mundo de hoy existe, junto a la miseria corporal, mucha miseria espiritual: una fe que agoniza, una esperanza hecha pedazos, un amor destrozado, la duda, el error, la pasión y el pecado. No dejes que tu caridad ignore tanta miseria.
P. Lawrence G. Lovasik. En: El poder oculto de la amabilidad. Rialp.