Dios no violenta nuestra libertad. Él no irrumpe en el interior de nuestro corazón si nosotros no le permitimos entrar. "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa" (Ap 3, 20) Y cuanto más generosamente se la abramos tanto más abundantemente será la Luz increada que inundará nuestro interior.
Archimandrita Sophorony. En La oración experiencia de la eternidad. Cap 4.
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