Acuérdate de que no se pierde una palabra en la oración si se hace con
el corazón; Dios escucha cada palabra y la pesa en su balanza. A veces nos parece
que nuestras palabras solamente han herido el aire, han resonado como una voz que
grita en el desierto. No, no; no es así. Debemos recordar que Dios nos escucha cuando
oramos, precisamente igual que escucha sus propias palabras el que ora, porque el
hombre es imagen de Dios.