Espíritu Santo, Amor eterno. Por Edith Stein

Así oraba Edith Stein en el último Pentecostés de su vida:

“¿Quién eres tú, dulce luz, que me llenas
y alumbras la oscuridad de mi corazón?
Tú me guías como mano materna y me dejas libre.
Tú eres el espacio que rodea
mi ser y lo encierras en sí.
Si tú lo dejaras, caería en el abismo de la nada,
desde el cual tú lo elevas al ser.
Tú, más cerca de mí que yo misma,
y más íntimo que mi interior,
y sin embargo inabarcable e incomprensible,
que haces estallar todo nombre:
Espíritu Santo, Amor eterno.

Fuente: Citado en Testigos de esperanza. Cardenal Van Thuan.

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