«Los amó hasta el extremo» (Jn
13,1)
¡Qué amor, qué caridad la de
nuestro Señor Jesucristo al escoger la vigilia del día en que habían de hacerle
morir para instituir un sacramento por el cual iba a quedarse entre nosotros,
para ser nuestro Padre, nuestro Consolador y toda nuestra felicidad! Más
felices somos nosotros que los que vivían en tiempo de su vida mortal en que él
no estaba en un lugar fijo, en que era necesario desplazarse lejos para tener
la dicha de verle; hoy le encontramos en todas los lugares del mundo, y esta
dicha se me ha prometido ser realidad hasta que se acabe el mundo. ¡Oh amor
inmenso de un Dios por sus criaturas!
No, nada puede hacerle parar
cuando se trata de mostrarnos la grandeza de su amor. En este momento, dichoso
para nosotros, toda Jerusalén está ardiendo, todo el populacho hecho una furia,
todos conspiran su perdición, todos quieren se derrame su sangre adorable –y es
precisamente en este momento- que él les prepara, igual que a nosotros, la
prueba más inefable de su amor.
Santo Cura de Ars. Sermón de
Jueves Santo.
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