“¡Lázaro, sal fuera!” Acostado en
la tumba, esta llamada ha resonado en tu oído. ¿Acaso hay una voz más grande
que la del Verbo? Entonces, tú que estabas muerto, y no tan sólo después de
cuatro días sino desde hacía largo tiempo, has salido. Has resucitado con
Cristo…; tus vendas han caído. Ahora, no vuelvas a morir; no te reúnas con los
que yacen en las tumbas; no te dejes ahogar por las vendas de tus pecados.
Pues, ¿acaso podrías resucitar de nuevo? ¿Podrías pasar de la muerte de aquí a
la resurrección de todos, al final de los tiempos?...
¡Qué la llamada del Señor resuene
en tus oídos! No los cierres a la enseñanza y a los consejos del Señor. Si en
tu sepulcro estabas ciego y sin luz, abre los ojos para no hundirte en el sueño
de la muerte. En la luz del Señor, contempla la luz; en el Espíritu de Dios,
fija tus ojos sobre el Hijo. Si acoges la Palabra entera, concentras sobre tu
alma el poder de Cristo que cura y resucita… No temas esforzarte para mantener
la pureza de tu bautismo y pon en tu corazón cuales son los caminos que suben
hacia el Señor. Conserva cuidadosamente tu absolución que por pura gracia has
recibido…
Seamos luz, según lo han
aprendido los discípulos de aquel que es la gran Luz: “Vosotros sois la luz del
mundo” (Mt 5,14). Seamos lámparas en medio del mundo manteniendo bien alta la
Palabra de la vida, siendo fuerza de vida para los demás. Vayamos al encuentro
de Dios, al encuentro de aquel que es la primera y más pura luz.
San Gregorio Nacianceno, Sermón
sobre el santo Bautismo.