Hoy, Miércoles de Ceniza,
comenzamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se extiende por cuarenta
días y nos conduce al gozo de la Pascua del Señor, a la victoria de la vida
sobre la muerte (…)
Aquel «convertíos a mí de todo
corazón», es además una llamada que no solo se dirige al individuo, sino
también a la comunidad. Hemos escuchado en la primera lectura: «Tocad la
trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo,
santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de
pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo» (vv. 15-16). La
dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana.
Cristo ha venido «para reunir a los hijos de Dios dispersos» (Jn 11,52).
El “nosotros” de la Iglesia es la comunidad en la que Jesús nos reúne
(cf. Jn 12,32): la fe es necesariamente eclesial. Y esto es
importante recordarlo y vivirlo en este tiempo de cuaresma: que cada uno sea
consciente de que el camino penitencial no se afronta en solitario, sino junto
a tantos hermanos y hermanas, en la Iglesia. (…)
Queridos hermanos y hermanas,
iniciamos confiados y alegres el itinerario cuaresmal. Escuchemos con atención
la invitación a la conversión, a «retornar a Dios con todo el corazón»,
acogiendo su gracia que nos hace hombres nuevos, con aquella sorprendente
novedad que es participación en la vida misma de Jesús. Que ninguno de nosotros
sea sordo a esta llamada, que nos viene también del austero rito, tan simple y
al mismo tiempo tan sugerente, de la imposición de la ceniza(...) Que nos acompañe en este tiempo la Virgen María, Madre de la
Iglesia y modelo de todo auténtico discípulo del Señor. Amén.
S. S. Benedicto XVI. Extracto Homilía- Miércoles de Ceniza, 13 de febrero de 2013