Pero, ¿en qué consiste el
"poder" de Jesucristo Rey? No es el poder de los reyes y de los grandes
de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de librar del mal, de
vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien
del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más
violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la
gracia nunca se impone y siempre respeta nuestra libertad. Cristo vino
"para dar testimonio de la verdad" (Jn 18, 37) —como declaró ante
Pilato—: quien acoge su testimonio se pone bajo su "bandera", según
la imagen que gustaba a san Ignacio de Loyola. Por lo tanto, es necesario —esto
sí— que cada conciencia elija: ¿a quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno?
¿La verdad o la mentira? Elegir a Cristo no garantiza el éxito según los
criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría que sólo él puede dar. Lo
demuestra, en todas las épocas, la experiencia de muchos hombres y mujeres que,
en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido
oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta
sellar su fidelidad con el martirio.
Fuente: S.S. Benedicto XVI. Extracto del Ángelus (22-11-2009)
Comentarios
Publicar un comentario