En una ocasión nuestro buen Señor dijo:
«Todas las cosas acabarán bien»; en otra ocasión dijo:
«Y tú misma verás que todo acabará bien». Y de esto el alma obtuvo dos enseñanzas
diferentes. Una era ésta: que él quiere que nosotros sepamos que presta atención no
sólo a las cosas grandes y nobles, sino también a todas aquellas que son pequeñas y
humildes, a los hombres simples y humildes, a éste y a aquélla. Y esto es lo que
quiere decir con estas palabras: «Toda cosa, sea cual sea, acabará bien». Pues quiere que
sepamos que ni la cosa más pequeña será olvidada.
Otro sentido es el siguiente:
que hay muchas acciones que están mal hechas a nuestros ojos y llevan
a males tan grandes que nos parece imposible que alguna vez pueda salir algo
bueno de ellas. Y las contemplamos y nos entristecemos y lamentamos por ellas, de manera
que no podemos descansar en la santa contemplación de Dios, como debemos hacer. Y
la causa es ésta: que la razón que ahora utilizamos es tan ciega, tan abyecta y
estúpida, que no puede reconocer la elevada y maravillosa sabiduría de Dios, ni el poder
y la bondad de la santísima Trinidad. Y ésta es su intención cuando dice: «Y tú
misma verás que toda cosa acabará bien», como diciendo: «Acéptalo ahora en fe y
confianza, y al final lo verás realmente en la plenitud de la alegría».
Fuente: Juliana de Norwich. Libro de Visiones y Revelaciones, Decimotercera visión. Capítulo 32.
Comentarios
Publicar un comentario