La penitencia. Por el Beato Charles Foucauld

Señor mío y Dios mío, ¡cuán cobarde soy!, tengo necesidad que me habléis de penitencia, que me la hagáis amar, que me mostréis su belleza, que me hagáis ver cómo ella está unida, indisolublemente ligada a vuestro amor..., y después, que me digáis lo que es necesario que haga... Y, en fin, ¡que Vos me ayudéis a hacerla!
—Hijo mío, ya hemos hablado de la penitencia. Ver su belleza no tienes necesidad... ¿No te es suficiente saber que Yo la he hecho toda mi vida, que la he practicado durante toda mi vida oculta y en mi vida pública, como el Evangelio lo muestra, que he ayunado durante la santa cuarentena y que he muerto en la Cruz? Este ejemplo ¿no te es suficiente para que
comiences con todas tus fuerzas la penitencia, sin ningún otro motivo, por puro amor y simple deseo de imitarme, de asemejarte, de participar en mi vida y, sobre todo, en mis penas?... Y si tan poco me amas, si tampoco mi ejemplo no te basta, ¿no tienes mis palabras? «Haz penitencia... Cuando el Esposo no estará más con ellos ayunarán... Esta clase de demonio no puede vencerse más que por medio de la oración y el ayuno...» Y si mis ejemplos y palabras te parecen oscuros, aunque ellos sean claros como el día, ¿no tienes el ejemplo de mis santos? Todos, sin excepción, pueden servirte de comentario y probarte que quiero la penitencia... Pero dentro de los bordes de la obediencia. Si eres tan tibio que todo esto no basta, entonces mira lo que la penitencia es en sí misma...
Cada vez que te privas de alguna cosa, por poco que sea, de un movimiento de curiosidad, de mirar al aire, de comer un bocado más, cazar una mosca, de la menor comodidad, del menor deseo de tu voluntad, de una nadería, si tú lo haces por mi amor, con el deseo de ofrecerme un sacrificio, me ofreces un acto de adoración y de culto elevadísimo, que me es muy agradable y me honra mucho. Con mayor razón cuando me ofreces en sacrificio cualquier cosa que te cuesta más que otra: una fuerte humillación, una fuerte penitencia, una vigilia dura, un voto difícil de observar...
Así, ve la suma maravillosa de honor que me puedes ocasionar haciendo todas estas cosas con espíritu de sacrificio, ofreciéndome de la mañana a la noche toda clase de mortificaciones, grandes y pequeñas, lo mismo que aquellos que me aman y desean mi gloria me ofrecen sacrificios, honrándome de la mañana a la noche... Ellos no tienen
necesidad para glorificarme, de predicar, de salir de su celda; les basta privarse, sufrir; toda privación, todo sufrimiento soportado en mi honor y ofrecido a Mí es una gloria, un sacrificio de agradable perfume...
Comprende ahora las mortificaciones de los santos, el deseo de sufrir de las almas hambrientas de mi gloria... Comprende cómo estas almas tan celosas por la gloria de Dios, como la Mía más que todas las otras, se echaban en la penitencia de la mañana a la noche, a cualquier hora, para ofrecer a Dios la mayor gloria posible... Es en ese sentido que San Pablo
ha podido decir tan bien; «Yo no he conocido más que a Jesús, y a Jesús crucificado... Toda mi vida ha sido sufrimiento voluntario, porque toda mi vida ha sido deseo devorador de la gloria de Dios, y la penitencia es un medio de glorificarle continuamente de una manera admirable... ¿Comprendes ahora por qué debes hacer penitencia hasta agotarte (siempre bajo la obediencia)?
Puesto que no es necesario, para que un acto sea un sacrificio, que se ofrezca en el mismo momento como tal, pues puede haber sido ofrecido con antelación, ya que todos los actos, todas las palabras, todos los buenos pensamientos, aun aquellos en que te detienes, pueden ser ofrecidos a Dios en sacrificio, no es necesario hacer a Dios una multitud de sacrificios cada día y pensar a lo largo del día y decirse a cada momento: «Hagamos un sacrificio...» Basta ofrecer con espíritu de sacrificio a Dios, en su honor, todos nuestros pensamientos, palabras o acciones del día, nuestros movimientos, nuestro ser, rogándole que todo ello sea un sacrificio de agradable perfume: Seremos así una víctima perpetua y nuestro sacrificio
durará todos los instantes del día.

Fuente: Beato Carlos de Foucauld. La penitencia. Retiro hecho en Nazaret  del 5 al 15 de noviembre de 1897. En:  Escritos espirituales. Traducción realizada sobre la segunda edición francesa, publicada por J. de Gigord, de París, y con su permiso, con el título Escrits  Spirituels de Charles de Foucauld. 1964. p 73-74

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