1 de octubre, Fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús |
¡Oh, Verbo divino!, tú eres el Águila
adorada que yo amo, la que atrae. Eres tú quien, precipitándote sobre la
tierra del exilio, quisiste sufrir y morir a fin de atraer a las almas hasta el
centro del Foco eterno de la Trinidad bienaventurada. Eres tú quien,
remontándote hacia la Luz inaccesible que será ya para siempre tu morada,
sigues viviendo en este valle de lágrimas, escondido bajo las apariencias de
una blanca hostia...
Águila eterna, tú quieres alimentarme
con tu sustancia divina, a mí, pobre e insignificante ser que volvería a la
nada si tu mirada divina no me diese la vida a cada instante.
Jesús, déjame que te diga, en el
exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la
locura... ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hacia ti?
¿Cómo va a conocer límites mi confianza...?
Sí, ya sé que también los santos
hicieron locuras por ti, que hicieron obras grandes porque ellos eran
águilas...
Jesús, yo soy demasiado pequeña para
hacer obras grandes..., y mi locura consiste en esperar que tu amor me acepte
como víctima... Mi locura consiste en suplicar a las águilas mis hermanas que
me obtengan la gracia de volar hacia el Sol del amor con las propias alas del Águila
divina...
Durante todo el tiempo que tú quieras,
Amado mío, tu pajarito seguirá sin fuerzas y sin alas, seguirá con los ojos
fijos en ti. Quiere ser fascinado por tu mirada divina, quiere ser presa de tu
amor...
Un día, así lo espero, Águila adorada,
vendrás a buscar a tu pajarillo; y, remontándote con él hasta el Foco del amor,
lo sumergirás por toda la eternidad en el ardiente Abismo de ese amor al que él
se ofreció como víctima.Fuente: Historia de un alma.
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