Ese andar en Jesucristo me parece a mí que es salirse de sí mismo, perderse de vista, dejarse totalmente a sí propio, para adentrase más hondamente en Él a cada instante que pasa.Tan hondamente que, arraigado en Él, ante todo acontecimiento, en presencia de cualquier cosa pueda lanzar este reto valiente: "¿Quién podrá arrebatarme al amor de Cristo? (Rom. 8,35)
Cuando el alma se ha establecido de una forma tan inconmovible en Jesucristo y ha logrado echar raíces tan hondas en Él, la savia divina la invade avasalladora, destruyendo todo lo que su vida tiene de imperfecto, superficial y humano, Entonces se realiza lo que dice el Apóstol: Nuestra mortalidad será absorbida por la vida (2 Cor. 5,4)
Santa Isabel de la Trinidad. Últimos ejercicios espirituales, 2, 33
Santa Isabel de la Trinidad. Últimos ejercicios espirituales, 2, 33
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