La más horrible y cruel
injusticia, la opresión de los débiles, la persecución de los presos, el mismo
sacrilegio y hasta el desencadenamiento consecutivo de las lujurias del
Infierno, todas esas cosas, en ese instante, se diría que dejan de existir,
pierden su sentido si se las compara con el Acto Único. No queda más que la
avidez de sufrimientos y la efusión de las lágrimas espléndidas del gran Amor,
anticipo de la beatitud para los novicios del Espíritu Santo que han fijado su
morada en el tabernáculo del olímpico Desprecio de las apariencias todas de
este mundo.
Fuente: León Bloy, En Tinieblas.
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