Toda la vida de José fue un acto continuado de fe y de obediencia en las circunstancias más oscuras y humanamente difíciles. Poco después del nacimiento de Jesús se le dice: "Levántate, toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto" (Mt 2, 13); más tarde el ángel del Señor le ordena: "Ve a la tierra de Israél" (Ib 20). Inmediatamente -de noche- José obedece. No demora, no pide explicaciones ni opone dificultades. Es a la letra "el administrador fiel y solicito a quien el Señor a puesto al frente de su familia" (Lc. 12, 42), totalmente disponible a la voluntad de Dios, atento al menor gesto suyo y presto a su servicio. Una entrega semejante es prueba de un amor perfecto; José ama a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas. Su posición de jefe de la Sagrada Familia le hace entrar en una intimidad singular con Dios cuyas veces hace, cuyas órdenes ejecuta y cuya voluntad interpreta; con María, cuyo esposo es; con el Hijo de Dios hecho hombre, a quien ve crecer bajo sus ojos y sustenta con su trabajo. Desde el momento en el que ángel le revela el secreto de la maternidad de María, José vive en la órbita del misterio de la Encarnación; es su espectador, custodio, adorador y servidor. su existencia se consume en estas relaciones, en un clima de comunión con Jesús y María y de oración silenciosa y adoradora. Nada tiene y nada busca para sí: Jesús le llama padre, pero José sabe bien que no es su hijo, y Jesús mismo lo confirmará: "¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?" (Lc2,49). María es su esposa, pero José sabe que ella pertenece exclusivamente a Dios y la guarda para él, facilitándole la misión de madre del Hijo de Dios. Y luego, cuando su obra ya no es necesaria, desaparece silenciosamente. Sin embargo, José ocupa todavía en la Iglesia un lugar importante, pues continúa para con la entera familia de los creyentes su obra de custodio silencioso y providente, comenzada con la pequeña familia de Nazaret. Así la Iglesia lo venera e invoca como su protector y así lo contemplan los creyentes mientras se esfuerzan en imitar sus virtudes. En los momentos oscuros de la vida, el ejemplo de San José es para todos un estímulo a la fe inquebrantable, a la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios y al servicio generoso.
Por Gabriel de Santa María Magdalena ocd. En:" Intimidad Divina". Edición Monte Carmelo.
que linda historia
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