Para hacer levantar el alma de la imperfección, la privo del sentimiento de mi presencia, quitándole el consuelo que antes tenía, pero no mi gracia. Y lo hago para hacerla humilde, para que se ejercite en buscarme a mí de verdad, para probarla a la luz de la fe, y que de este modo se haga prudente. Entonces, si ella me ama sin interés propio, con fe viva y con desprecio de sí misma, en el tiempo del
trabajo goza, considerándose indigna de la paz y sosiego de espíritu.
El alma que ha llegado a la perfección, aun cuando sienta que yo me he retirado de ella, no retrocede. Al contrario, persevera con humildad en la práctica de las virtudes, se conoce a sí misma, y espera la venida del Espíritu Santo, fuego de caridad. ¿Cómo espera? No ociosa, sino en vigilia continua y santa oración.
Así obra el alma que ha salido de la imperfección y ha llegado a la perfección.
Me alejé también de ella para que viese y conociese su inmenso vacío, puesto que, privada del consuelo, experimenta aguda aflicción, se siente débil, sin firmeza y sin posibilidad de perseverar, y en estas mismas miserias descubre la raíz de su amor propio espiritual. Todo esto le sirve para conocerse y levantarse sobre sí misma. Así extirpa la raíz del amor propio.
¡Muchas gracias por su entrada! Las meditaciones de Santa Catalina son extraordinarias.
ResponderBorrar¡Enhorabuena por su blog.
Bendiciones!!!